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La historia de la iglesia visigoda de La Cabilda, en Hoyo de Manzanares, en un libro
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(Foto: AUDEMA)

La historia de la iglesia visigoda de La Cabilda, en Hoyo de Manzanares, en un libro

Por Mabel Cazorla
viernes 23 de diciembre de 2022, 16:36h
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‘La iglesia visigoda de La Cabilda. Hoyo de Manzanares, Madrid’. Así se titula el libro que acaba de publicar la Comunidad de Madrid, escrito por Isabel M. Sánchez Ramos y Jorge Morín de Pablos, y en el que han participado una veintena de científicas y científicos de diferentes disciplinas, que recoge los resultados de la campaña de excavaciones de 2018 en el Yacimiento de La Cabilda, cuando se excavaron y dispusieron para la visita varias unidades domésticas y una iglesia rural.

Como explica a MasVive Jorge Morín, ese año AUDEMA, entidad a la que pertenece, encontró los restos de ese edificio “que tenía como novedad el hecho de que era la primera iglesia visigoda que se documentaba en la Comunidad de Madrid”, una iglesia “que nace con una comunidad eremítica y que tendría un enterramiento privilegiado a los pies, en el contracoro”. Después se han encontrado otros dos yacimientos de iglesias, la de El Rebollar, en El Boalo, y la de Valcamino, en El Berrueco.

El libro recoge lo que es la memoria pura y dura de la excavación arqueológica, así como la investigación de una época apasionante de nuestra historia, en la que se produjo la sustitución de la “realidad política” del Imperio romano, por el Reino visigodo de Toledo, y se produjeron grandes trasformaciones económicas, sociales e ideológicas, en lo que se ha llamado la Antigüedad Tardía.

Así, explica Morín, en la primera parte del libro el lector va a encontrar todo lo relacionado con la excavación de la iglesia, el estudio de los materiales que han aparecido y las diferentes fases del edificio. “El origen parece ser un santuario pre o protohistórico, alrededor de una lancha granítica con grabados, que se cristianizaría al parecer primero con un pequeño eremitorio y luego con la iglesia… esas serían las tres fases del yacimiento”, resume. El libro también recoge la reconstrucción arquitectónica del edificio.

El libro aborda, en la segunda parte, las investigaciones que han realizado los autores, desde 2004, en torno a la época histórica en la que se creó esta iglesia. “Cuando los visigodos instalaron la capital en Toledo, generaron una ciudad regia y un entorno alrededor de la ciudad con una serie de espacios. Estudiamos todos esos yacimientos, en muchos de los cuales hemos trabajado nosotros, para intentar ver un poco como es el fenómeno de la cristianización”.

De esa época es el edificio de Hoyo de Manzanares. “Hay que pensar que la cristianización en la Península Ibérica se da a partir del siglo III, pero es en las ciudades. El campo se cristianiza muy tarde, a partir del Tercer Concilio de Toledo, en el año 589, a finales del siglo VI. Y ahí es cuando se construyen la mayoría de las iglesias rurales, que están en el campo, algunas de patrocinio regio. Esta nuestra, que está más alejada, no es de patrocinio regio, tiene otras mecánicas, pero es de esa misma época, de principios del siglo VII”.

Templo y lugar de reunión para una sociedad preindustrial

¿Cómo era la iglesia visigoda de Hoyo de Manzanares? Está construida sobre una lancha granítica, donde hay un círculo de piedras, y se adosaría a ese círculo de piedras. Tendría una dimensión importante y una forma trapezoidal, con un atrio delantero, “donde también se harían muchas ceremonias que no serían religiosas, pero que necesitaban del peso de la iglesia, como la firma de contratos o el pago de tributos”. La forma de vida de los ciudadanos se parecería bastante a lo que sería una sociedad ganadera preindustrial, “como fue la forma de vida en Hoyo de Manzanares hasta finales del siglo XIX, principios del XX”.

En este lugar se celebrarían ceremonias religiosas muy distintas a las que estamos acostumbrados en la actualidad, con una fuerte segregación de espacios. “Tenemos que pensar que entonces, en la época visigoda, la liturgia era muy distinta, era mistérica. Hay un espacio en el este, que es el santuario, donde está el altar, donde solo estaba el sacerdote. Luego estaba el coro, donde estaban los religiosos, monjes o eremitas, presbíteros y diáconos, y luego una nave donde estaría la gente normal. La liturgia sería en latín, el sacerdote oficiaría de espaldas, y no se vería, sólo lo escucharías. Serían espacios en penumbra, con iluminación artificial, decorados con telas… y hay que pensar que en esta época la gente ya ni siquiera hablaría latín, hablarían una especie de pre-castellano, por lo que ni siquiera serían capaces de entender lo que estaba diciendo el sacerdote”, relata.

Por lo que se sabe hasta ahora, explica Jorge Morín, la iglesia estaría en uso hasta el sigo octavo. “Cuando los árabes llegan a la Península Ibérica en el 711, el yacimiento continuaría al uso pero poco a poco irá perdiendo importancia, hasta que se abandona”. Hoy de ella sólo quedan las bases de los muros, aunque se han hallado en las excavaciones otros materiales que ayudan a contar su historia, básicamente cerámicas, vidrio, algún elemento metálico de la cantera de piedra de donde se extrajo el granito para construirla… y luego una cosa muy interesante que encontramos, al exterior, es un fosa con residuos metálicos que tenían un contenido alto en plomo estañoso. Es muy probable que se hubiera utilizado o para elaborar el material litúrgico, como los cálices o las pátenas, o para hacer la campana que tuviera la iglesia, con la que se llamaba a los oficios o se tañía a muerto”, resume.

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