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Educación: conocimientos vs emociones
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(Foto: Freepik)

Educación: conocimientos vs emociones

Por Mabel Cazorla
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“Hemos sobrevalorado la importancia del intelecto y hemos infravalorado de una manera sorprendente el poder de las emociones para abrir o cerrar la inteligencia o la creatividad”. Esta frase del doctor y divulgador Mario Alonso Puig es perfecta para comenzar este reportaje. En una de sus habituales charlas sobre inteligencia emocional, este comunicador e investigador hablaba de cómo aprendemos y desarrollamos nuestras capacidades a lo largo de la vida y qué papel tienen las emociones en todo esto.

De pequeños, relataba en esa charla, los dos hemisferios del cerebro, el izquierdo, que rige el razonamiento lógico, y el derecho, que está en contacto con nuestro mundo emocional, están integrados, activos. Al mismo tiempo que el niño va a aprendiendo las letras y los números, también juega, pinta… pero a medida que vamos creciendo y escalando en el proceso educativo “todo lo que tiene que ver con la música, las artes, la expresión emocional, el hablar de los sentimientos, el explorar… empieza a desaparecer”. Hay que aprender cosas, matemáticas, lengua, “y el resto se considera que no tiene importancia”, lamenta. Ambos hemisferios del cerebro empieza a desconectarse y “nos olvidamos de algo que es la sabiduría del corazón”. Tal es la desconexión que se produce, resumía, que en un estudio en el que participó, en el que se hizo un test de creatividad a niños de 5 años, el 98 por ciento lo superaron, pero diez años después, cuando ya tenían 15 años, de esos mismos niños sólo el 2 por ciento superaron el mismo test de creatividad.

Pero no está todo perdido, Mario Alonso aboga por “trabajar todo lo que tiene que ver con al imaginación, el gusto por las artes… lo que es afectivo, para conectar con nuestras emociones”. Porque, asegura, la inteligencia no es una capacidad fija, “se expande o reduce en gran medida por la situación emocional de la persona”. Vamos, que si estamos felices e ilusionados, se expande el intelecto, y una persona “ilusionada, entusiasmada, que confía en sus posibilidades, es una persona que activa de una manera singular su capacidad de razonar, de aprender, de negociar y de tomar buenas decisiones”. ¿Y quién no quiere eso para sus hijos?

Educación emocional

Aquí entramos en el papel que tiene la educación emocional en las escuelas, que ciertamente es mucho mayor del que tenía hace unos años. Ya nadie discute la necesidad de que los centros educativos trabajen con los alumnos el desarrollo de otras habilidades que no tienen que ver con saber resolver raíces cuadradas o hablar dos idiomas. “Es necesario prestar una atención 360º en la que no solo se tengan en cuenta las hard skills (matemáticas, ciencias, lengua, literatura y otras asignaturas) sino las soft skills (las habilidades de comunicación, creatividad, adaptación, trabajo en equipo, integridad y gestión del tiempo, entre otras)”, resumen desde Dragon American School.

“Desde mi experiencia, ha mejorado la atención a estas cuestiones, los colegios están más pendientes de la gestión emocional de los alumnos que antes, pero es un área de mejora, por ejemplo en lo referente a aprender a aceptar a la persona tal y como es”, explica la médico psiquiatra María Fernanda Fernández, del Centro Hope.

Hay que educar personas, defiende, “centrarse primero en el ser antes que en el hacer. El hacer también es importante, pero más allá de que sean buenos o malos estudiantes, son personas, y esto tiene un valor. Hay muchos niños que no reciben eso y luego como adultos sienten que no valen”, asegura. Es más, “hay muchos adultos con traumas infantiles relacionados con la educación académica, tanto por exigencias de los profesores como de los propios padres y de esas frases del tipo nunca vas a llegar a nada”.

Por eso, “lo principal es enseñar a los menores que son aceptados tal y como son y que aprendan a amarse independientemente de los comentarios de los demás”, explica. “También es importante la gestión de las emociones, que aprendan que enfadarse, estar triste o tener miedo no es malo, y enseñarles a que lo puedan expresar sin que haya juicio… y sin dañar a los demás o a sí mismos y sin romper o dañar cosas”. Es un trabajo que debe ir más allá de las aulas. “La gestión emocional es también responsabilidad de lo que pasa en casa”, recuerda esta experta.

Aunque no todos, sí son muchos ya los centros educativos que tienen sus propios programas de Educación Emocional, desarrollados desde los departamentos de Orientación, y dirigidos en muchas ocasiones por profesionales de la psicología, que van adaptando sus actividades a cada etapa de la vida de los alumnos y trabajando con ellos al mismo ritmo del curso académico. Un trabajo que se ve reforzado por los propios profesores dentro del aula.

“Se le da mucha importancia al desarrollo psicoafectivo. Los alumnos aprenden todas las materias que están en el programa -de hecho se busca mucho la excelencia académica-, pero se da mucha importancia a prepararles para la vida diaria, para el futuro, que sepan gestionar las emociones, entenderlas, que creo que es algo muy importante”, explica María Zaballos, del Colegio Balder.

“El beneficio de trabajar estos aspectos es clarísimo, se trata de crear personas que tengan conciencia social, que sean solidarios, que se fijen en como se sienten los demás, que sepan compartir, ayudar y colaborar. Conseguimos generar adultos que sean autónomos en la gestión de sus emociones”, asegura Sara Infante, directora del Colegio Los Sauces.

“A las familias”, explica Infante, “todavía nos quedan unos pasos por recorrer, deberíamos ser más conscientes de que tener hijos solidarios, empáticos, que ayudan a los demás, que integran a los alumnos que están solos… es fundamental para el desarrollo de los menores. Los idiomas son importantes para su desarrollo académico y profesional, pero los seres buenos lo son mucho más”.

“Les damos herramientas para que se sientan seguros emocional y académicamente. Se trabaja en la formación de espíritu crítico, que valoren como se sienten los demás, que sean capaces de tomar decisiones, ser sensibles con el de al lado, que emocionalmente se sientan libres, que trabajen en grupo…”, resume Cristina Arguedas, subdirectora del colegio British Montessori. “Cuando se gradúan les decimos que sean honestos, que tengan una actitud positiva… que sean buenas personas. Porque si no son buenas personas, como dice Víctor Küppers, no van a ser buenos profesionales”, reflexiona Arguedas. “Pero creo que la sociedad todavía no lo valora en exceso. Competir, conseguir las mejores notas, no es lo único, la actitud positiva es ser buenas personas”, sentencia.

Enseñanzas artísticas

La educación artística y musical es clave para que los más jóvenes exploren sus sentimientos. Se habla habitualmente mucho de cómo la música, por ejemplo, ayuda al desarrollo cognitivo en áreas cerebrales como la memoria, pero no tanto sobre cómo ayuda a quienes la practican a expresar lo que sienten y cómo se encuentran anímicamente.

“La música es el arte más abstracto, el que más llega al fondo de los sentimientos y las emociones”, recuerda Javier Moreno, de Torremusicalia. “Lo más destacable del aprendizaje de la música es que desarrolla todas las inteligencias, la visual, emocional, matemática, lateral… es la que mejor desarrolla el trabajo de los dos hemisferios del cerebro”.

Además, en el caso de los jóvenes, les ayuda a socializar y aprender a compartir. “Cuando tocan en agrupaciones están con niños y niñas que tienen sus mismas inquietudes, se motivan más entre ellos, porque hacen amigos… no todo es jugar en la calle, haciendo música se hacen muchos amigos y se lo pasan muy bien”, resume Moreno.

Paula Yturriaga, de la Escuela Musikum, es una firme defensora de los beneficios emocionales de las enseñanzas musicales en edades tempranas. “Nuestros alumnos son muy agradables, creativos, tienen un comportamiento social que creo que en parte se lo da la música. Está bien estudiar un instrumento, tú solo, porque vas a desarrollar muchísimas cosas y vas a disfrutar mucho, pero además, desde que son pequeñitos, organizamos muchas actividades para tocar y cantar en grupo. Y eso es lo que te nutre y hace que la motivación se dispare. Están aprendiendo lo importante que es cada parte del engranaje, que cada pieza hace que todo funcione. Aprenden a escucharse, a respetarse, hacen amistades con las que comparten gustos”, relata.

Por si fuera poco, asegura Yturriaga, “hay muchos estudios que demuestran que la parte del cerebro que se encarga de desarrollar la parte musical es la misma que desarrolla el lenguaje y las matemáticas, por lo que hay una relación, demostrada, que aquellos niños que estudian música suelen tener mejores resultados en lengua, idiomas y matemáticas. Hace todo lo contrario de lo que hace una tablet, que aplana el cerebro”.

La creatividad

En cualquier caso, favorecer la creatividad en los escolares, en cualquier ámbito, tiene grandes beneficios para su futuro. En una entrevista a raíz de la publicación de uno de sus libros, la psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera profundizaba también en estos aspectos, asegurando que “la enseñanza española potencia muy poco la creatividad. Es una pena, porque está demostradísimo que quien triunfa en la vida no es quien mejores notas saca porque se aprende 200 páginas en media hora. Quien triunfa en la vida es quien tiene recursos y sabe sortear obstáculos. Eso te lo da sobre todo la creatividad”.

Alejandra Vallejo-Nágera participó recientemente en un encuentro organizado por PRO2FP en su campus de la calle Jacinto Benavente en Las Rozas, para hablar precisamente de eso, de la creatividad, “esa gigantesca capacidad intelectual tan adormecida a veces, para encontrar soluciones novedosas y eficaces para mejorar la salud física y anímica en nuestro entorno”.

En esa jornada, dirigida a la comunidad educativa, Vallejo-Nágera puso el énfasis en la importancia de experimentar en los procesos de cada día, porque “la creatividad es disfrutar de un proceso y aprender de ello”. Así, señaló, el éxito de los alumnos depende de los docentes, los orientadores y de ellos mismos; dar oportunidades a lo que nos gusta y ayudar a los alumnos a tomar conciencia de ello. La clave es ser creativos, investigar y descubrir nuevos recursos para trabajar con los jóvenes, sabiendo ejercitar su talento y potencial. “Ir más allá y buscar estrategias personales y creativas para poder ayudarles a encontrar soluciones a sus conflictos emocionales o de cualquier otro ámbito. Con ello, potenciaremos sus habilidades y capacidades, permitiéndoles ganar seguridad, estabilidad, optimismo y bienestar emocional”.

La importancia del juego

Además de favorecer el desarrollo de la psicomotricidad, la coordinación y el equilibrio, jugar, que debería ser el principal trabajo de los más pequeños, estimula la inteligencia, la creatividad y es fundamental para el desarrollo socioemocional de los menores, ya que les ayuda a expresar sus sentimientos y a aliviar tensiones.

En una sociedad en la que se constata que los más pequeños cada vez dedican menos tiempo a jugar y más a otras actividades, como por ejemplo ver la televisión -algunos estudios destacan que los menores españoles pasan de media entre tres y cuatro horas diarias frente a la pantalla- se debería incentivar más el juego, que tiene importantes beneficios en su crecimiento, mejora su autoestima y les prepara para la vida adulta.

Jugar solos y también jugar en familia. Para ello, hay en el mercado un gran abanico de juegos didácticos, que varían según los intereses y la edad del niño. “Los que más vendemos son los juegos de mesa que fomentan el campo de la observación, como puzzles, y juegos de cartas originales, ya que se consideran educativos y no tienen límite de edad”, explica Eva Ulled, de la Papelería SIC. “Intentamos fomentar la actividad en familia a través de este tipo de juegos, ya que pueden participar niños, padres, abuelos…”.

El del juego educativo es un campo que ha evolucionado mucho en los últimos años, explica Ulled, y que también se ha visto favorecido por los años de la pandemia. “A pesar de que los videojuegos han cogido fuerza, los años de pandemia nos han llevado a jugar más en familia, al estar en casa mas tiempo, y en el negocio local intentamos fomentar este tipo de juego, que cada vez se va conociendo más y gusta mucho”, asegura.

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