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La huella del arquitecto Manuel Martínez Chumillas en Torrelodones
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La huella del arquitecto Manuel Martínez Chumillas en Torrelodones

Por Lucía Oliveras
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Considerado una figura de extraordinario interés como compositor, arquitecto y profesor, Manuel Martínez Chumillas está escasamente estudiado o puesto en valor. Así también ha sucedido en Torrelodones, donde varias de sus casas han sido demolidas bajo nuevos proyectos urbanísticos. No obstante, quedan su música, varios de sus estilos arquitectónicos representados en el municipio y su familia, que ha permanecido en Torrelodones.

Su hija Guadalupe le recuerda “por su humanidad y comprensión, porque era ameno y con sentido del humor. Era la vanguardia de su época y aprendí todo con él”.

Se dijo de Manuel Martínez Chumillas que era “un notable caso de pluridad de capacidades” porque pintaba desde los 16 años, se formó como pianista y compositor y se colegió como arquitecto en 1926, siendo más tarde catedrático en la Escuela de San Fernando.

Tras pertenecer a organismos como CIRPAC O el GATEPAC para el progreso de la Arquitectura antes de la Guerra Civil, con el nuevo régimen tuvo que ajustarse a los cánones clasicistas impuestos. Se dedicó a reconstruir el patrimonio histórico nacional dañado por la guerra, con reformas de iglesias o del conocido templete del museo Cerralbo. En 1942 recibe el premio Nacional de Arquitectura por la reconstrucción de la catedral de Valladolid. Entre numerosos proyectos, en los años 50 destacan el edificio del hospital de la Princesa y el Archivo Histórico Nacional.

Su relación con Torrelodones comenzó en los años 20 cuando su padre, que era joyero, alquiló para veranear Villa Emilia, frente a Correos en la Colonia Victoria. Se casó con Maria Teresa Abad García y tuvo seis hijos con los que siguió la tradición de veranear en la localidad. El arquitecto y vecino Antonio Irazoz, que hace unos meses ofreció una conferencia sobre su legado, asegura que “Torrelodones fue la Arcadia para Martínez Chumillas”, aquel lugar imaginario de los artistas donde en su caso pudo dar rienda suelta a su estilo más rural y onírico.

Obra arquitectónica

Su primera casa familiar la construyó en el año 1935 en la Finca Montejar, en la Berzosilla. Aquí aparece su estilo propio y muy cercano a nuestros días -apuesta por el desarrollo sostenible con piedras de la zona y adecuación al paisaje- y posteriormente añadió la casa del guarda. Las dos fueron demolidas hace una década.

En 1944 construyó su segunda residencia en la calle Jesusa Lara, que fue retratada en revistas de la época pero que en 1990 fue demolida para construir el centro comercial La Pirámide. También consta que reformó el desaparecido Hotel El Parral en la Colonia. De este primer estilo “onírico y paradigmático” se puede admirar en el edificio de ‘La Casita’, en la Avenida de Valladolid.

También cultivó el diseño de un tipo de vivienda para la clase social alta en Torrelodones, de estilo rústico y pintoresco, que ha sido ejemplo para otros arquitectos. Se denominó el ‘barrio Chumillas’ y lo forman siete hoteles con unidad estilística al inicio de la calle Jesusa Lara. Entre ellas están ‘Las Vegas’, para su hermano Lucio, una casa de gran volumen que está catalogada y ‘El porche’ para su hermano Francisco. En 1947 construye ‘La Florida’ y otra gemela para dos empresarios, que están conservadas pero no catalogadas. En este mismo barrio levantó casas para el cónsul Rodolfo Barón, ‘La chispa’, o para el compositor Joaquín Rodrigo, ‘El lirio azul’, ambas protegidas. Otro vecino era el pianista José Cubiles, que vivía en ‘El Olmo’ -una casa que aún se conserva pero que está sin catalogar-.

Otra de las fases de construcción que emprendió en los años 50 en la Colonia de Torrelodones fue en la parcela ‘Las Celindas’, entre las calles Manuel Pardo y Javier García Leániz. Allí construyó su tercera casa familiar y para un hijo -que fueron demolidas en los 90 para urbanizar la zona- y tres casas más que perduran para sus hijas Guadalupe, María Teresa y Ana María. La última casa que construyó fue en El Gasco para familiares del párroco Fernández-Baldor.

La huella de Martínez Chumillas también está impresa en la reforma de la parroquia de San Ignacio de Loyola. En 1950 se derrumbó el campanario y Fernández-Baldor le pide al arquitecto que se encargue de la reparación y la ampliación con el aporte económico de los feligreses. La primera fase comenzó en 1954 con la fachada, el coro alto y la cabecera con el inicio de las pinturas murales post cubistas de Alfonso Fraile-posteriormente Premio Nacional de Pintura y también de Artes Plásticas-. Diez años más tarde levantó el campanario y el nuevo colegio adherido a su fachada norte.

Notas musicales

Dice su hija Guadalupe que tras dejar la arquitectura se dedicó de lleno a la música, donde decía que se sentía más a gusto. Una vez más sus obras también son desconocidas en España. Le interesaba la música española y abarcó todos los géneros como la música de cámara, para ballet, sinfónico, para piano, guitarra o arpa. Incluso hubo un disco grabado del que da cuenta Andrés Ruiz Tarazona que consiguió el Premio Nacional del Disco otorgado por el Ministerio de Cultura.

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