Hace ya más de un año que el Colegio San Ignacio de Loyola estrenó el Teatro Fernández-Baldor, bautizado en homenaje al fundador del colegio. La respuesta a la pregunta ‘¿para qué quiere un colegio un teatro profesional?’ se responde sola un año después, viendo el crecimiento que ha tenido la sala y el entusiasmo con el que la comunidad educativa ha acogido su existencia.
El Teatro Fernández-Baldor es un teatro con capacidad para 414 butacas, completamente accesible tanto para el público como para los artistas, que cuenta con un escenario con disposición a la italiana, telón motorizado, tres camerinos y varias salas de ensayo.
“La experiencia está resultando muy gratificante. Empezamos de una manera muy humilde y está creciendo muchísimo por el boca a boca”, nos explica Irene Mingorance, gerente del Teatro y directora de la Escuela de Artes Escénicas del centro.
La de 2017-2018 será la segunda temporada completa de este espacio que nació con un objetivo mixto, explica su gerente a MasVive. “Cuando se plantearon hacer un salón de actos decidieron dar un paso más y convertirlo en un teatro porque vieron esa posibilidad de crear un espacio cultural alternativo en la zona al que podríamos sacarle un partido. Además, se hizo también pensando en el uso interno, ya que hay una gran apuesta del centro por las Artes Escénicas. Este año se empieza a impartir Bachillerato de Artes y en el momento en que se empiece a impartir se va a utilizar muchísimo. También tenemos una Escuela de Artes Escénicas, con música, danza y teatro, y este año empieza a impartirse Teatro en Inglés en Primaria y Secundaria…”. Así, la programación del Fernández-Baldor incluye por un lado las actividades propias de fin de semana, con conciertos, obras de teatro, espectáculos infantiles, musicales… y las campañas escolares durante la semana, en las que alumnos de este y otros centros acuden a ver teatro, por otro todas las actividades y festivales de los alumnos del centro y, por último, el alquiler del espacio para eventos, cursos, etcétera…
Algo más de un año después de su apertura, nos confiesan, las cosas ya empiezan a rodar con más soltura. Su primer año ha sido de “aprendizaje”, no sólo para entender qué es lo que quiere el público sino, también, para aprender cómo llevar un teatro y organizar a nivel interno la locura que supone organizar todo tipo de obras de teatro, musicales y festivales escolares del centro. “Hemos hecho un pequeño protocolo de uso del teatro y tenemos pensado darle a los profesores un curso para que conozcan cuatro cosas y nos faciliten el uso del teatro. Tienen un teatro profesional y tienen que aprender cómo sacarle partido”.
Otra de las cosas que ha aportado al colegio es que han aumentado de dos a seis los grupos de teatro en la Escuela y ya dan clase también a padres y a personas que no pertenecen a la comunidad educativa. Otro efecto colateral ha sido el que se le ha despertado el ‘gusanillo’ al personal del centro. “Tenemos un conserje en el que hemos descubierto a un artista, un escenógrafo en potencia”, explica.
Con el inicio de curso comienza también la programación habitual. “Intentamos que sea variada”, explica Mingorance, “y que haya algo para niños, para adultos y música, porque hemos visto que en Torrelodones hay mucho público al que le gustan los conciertos”. Se hace mucho hincapié en los espectáculos familiares “porque evidentemente el Teatro pertenece a un colegio y tenemos un público muy directo que son nuestros alumnos y nuestros padres, pero hacemos de todo”, concluye.