Torrelodones fue noticia en los medios porque se rectificó la autorización para celebrar la fiesta de Nochevieja en un local comercial que finalmente no tenía las condiciones, y donde iban a acudir muchos menores. Se clausuró este evento en las vísperas del día 31 de diciembre y no sabemos lo que harían esos más de 200 jóvenes, porque la alternativa no existía en nuestro municipio.
Lo que constataron los vecinos de la calle Real es que se hicieron notar allí con el estallido de petardos de forma prolongada―sin olvidar que crea pánico en las mascotas―y botellón bajo una fina lluvia, a pesar de la puesta de largo de los jóvenes que vestían con traje y pajaritas o vestidos ligeros con tacones imposibles. Era una triste estampa ver cómo el parking y alrededores servía necesariamente de WC. Una fiesta sin sentido. Nos consta que otros municipios como por ejemplo Alpedrete, instalaron una carpa gratuíta con música como punto de encuentro juvenil vigilado por protección civil y policía local para esa noche de Año Nuevo. Los jóvenes aún menores están en la franja difícil donde pocos quieren involucrarse y parece que con olvidarlos vayan a desaparecer.
Decía Eduardo Galeano que “la cultura de consumo, la del desvínculo nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí” y por ello, nos invita a una reflexión sobre cómo la cultura se nutre de ideas locales, colectivas y respetuosas. Alguien comentaba por qué no festejar en nuestras estupendas plazas serranas el inicio del año nuevo con las uvas bajo los sonidos horarios de los relojes Consistoriales o ¿por qué no revertir el sentido de las fiestas de paisajes desolados de basuras, excesos y malestar general?. Es más costoso por implicado pero no imposible. Y lo más importante: que lo que hagan los adultos es el modelo para los jóvenes.
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No(
