Una de las peores estampas son las que ofrecen paisajes urbanos devastados como éste. Son imágenes que se repiten en las fiestas de cualquier pueblo o durate los fines de semana en muchos rincones urbanos de la capital. Es un rastro generacional que nos habla por sí solo: los jóvenes conviven con normalidad alrededor de botellas y bolsas de plástico que han arrojado a sus pies.
Todos sabemos que a la luz del día todo desaparecerá porque otros se encargarán de limpiar y de hacer invisible lo que en la noche ocurrió. Y lo que sucede es que hay un ambiente de excesos donde los menores aprenden a nadar solos. La presencia de la ambulancia para atender sus excesos deja una sensación de gran fracaso. La fiesta deja de ser divertida.
Otro momento controvertido fue a la entrada de la plaza de toros. A las cinco de la mañana el itinerario de las fiestas lleva a las pequeñas puertas de acceso que no pueden digerir la gran cantidad de gente que tiene que presentar el ticket de tres euros vendido previamente. Se colapsaron las entradas y muchos comenzaron a escalar peligrosamente por la fachada metálica. Hasta que se decidió abrir las puertas más grandes y dejar entrar cómodamente a la gente, fue un tiempo demasiado largo favoreciendo el riesgo.