Los trabajos están dirigidos por los profesores del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad, Jesús Salas, Rosalía Durán y Ángel Morillo, que cuentan un año más con la ayuda inestimable de voluntarios, con los que siguen desvelando los secretos de este poblado que, por los estudios que se han realizado hasta la fecha, habría estado ocupado desde mediados del siglo VII y mediados del siglo IX, aproximadamente.
Hasta ahora, en el yacimiento se han documentado una serie de estructuras que utilizaban los afloramientos naturales de las rocas para construir muros y suelos, y usaban las piedras sueltas para el resto de muros, explica el profesor Jesús Salas. Tras los hallazgos de campañas anteriores, ahora trabajan en lo que habría sido una estructura de varias estancias ubicadas alrededor de una gran formación granítica.
“Los estudios preliminares que tenemos indican que es una casa con diferentes estancias”, explica Salas, “y estamos recogiendo los materiales que nos puedan permitir conocer como vivían estas personas”. Además, también ha salido a la luz lo que habría sido un hogar, ubicado fuera la de las estancias y protegido del viento por unas piedras, donde se cocinarían las comidas. Lo que no pueden aventurar es si era el hogar de una sola familia o de varias, tal vez con relaciones de parentesco entre ellas.
Habrían sido construcciones sencillas, rectangulares, con la parte inferior de los muros de piedra, y la superior hecha con tapiales. En alguna han encontrado el suelo original, compuesto de losas. Los tejados estarían cubiertos con tejas y ramas. Seguramente. Porque todo lo que sabemos se extrae de hipótesis y del estudio de los restos que los arqueólogos van extrayendo, estrato por estrato, durante las excavaciones.
Este año se continuará trabajando en las estructuras aparecidas en la campaña anterior, que se dejaron cubiertas por una malla geotextil y tierra para protegerlas de las inclemencias. Es lo primero que ha habido que hacer este año, retirar las protecciones de los restos para poder ponerse a trabajar para ver “como se han ido depositando los distintos niveles de tierra y extrayéndolos para ver cómo se fue conformando el yacimiento y los distintos usos que ha tenido”, explica el profesor. Lo que más se encuentran son restos de cerámica, “la mayoría fragmentos”, que se lavan y consolidan si se determinan que varios pertenecen a la misma pieza.
Todo nos habla de cómo vivían nuestros antepasados, los primeros vecinos de Hoyo de Manzanares, principalmente dedicados a la explotación de los recursos que daba el monte: la piedra, la madera, las resinas… según Salas, en algún momento de la época visigoda o posterior “el lugar se abandonó y de momento no se han documentado usos posteriores.
El yacimiento de La Cabilda, explica, es singular, “está en el pie de monte de la Sierra, con vistas a todo el llano de Madrid”. Lugares así hay pocos en la Comunidad de Madrid, relata. A diferencia de los de El Rebollar, en Hoyo de Manzanares, o el de San Babilés, en Boadilla, en Hoyo no han encontrado, de momento, ningún edificio al que se le pueda atribuir uso religioso. Tampoco más enterramientos que los que se encuentran en el interior de lo que hoy es el cementerio municipal.
Después de la excavación
El trabajo de Jesús Salas y su equipo no finalizará el 2 de julio. Después se irán al laboratorio “a documentar y clasificar cada uno de los materiales que salen, dibujarlos y, una vez estudiados y fechados, enviarlos al Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid”, resume. Hay mucho que hacer, redactar informes, “y otras dos mil cosas”. Así que un mes de excavaciones puede parecer poco, pero se multiplica por muchos meses más lejos del terreno.
También tras la campaña de excavación se llevará a cabo una Jornada de Puertas Abiertas en la que se explicará a los visitantes los hallazgos más significativos de la mano de los arqueólogos que dirigen el proyecto.
Y, mucho después, cuando Jesús Salas y sus investigadores hayan obtenido ya todo lo necesario del yacimiento y haya finalizado la investigación, llegará el momento de preparar los restos para que sean visitados. Ya se va haciendo con las estructuras que se van terminando de investigar, se consolidan los restos para conservarlos y protegerlos, pero en un futuro se hará con esta zona lo mismo que se hizo con las estructuras que se encontraron en las primeras campañas: se acondiciona el entorno, se crean sendas de aproximación y se instala cartelería para añadir contexto a la visita.
Pero todo esto queda en el futuro. En el ahora, un equipo de unas doce personas, entre profesionales, voluntarios y estudiantes en prácticas de la Universidad, trabajan semana a semana para ir desvelando, capa por capa, un poco más de la historia de Hoyo de Manzanares. “No sabemos qué nos vamos a encontrar. Esperemos que sean, como decía Howard Carter, cosas bonitas”.