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Una mirada natural a nuestra fauna
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(Foto: Javier Sánchez-Rubio)

Una mirada natural a nuestra fauna

Por Mabel Cazorla
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No es lo mismo mirar que ver. Y si quieres conocer la fauna que te rodea tienes que entrenar la mirada para verla. Y ya si lo que quieres es retratarla vas a tener que echar mano de grandes dosis de paciencia y, sobre todo, mucho respeto por lo que te rodea.

Entre Torrelodones, Hoyo de Manzanares y Las Rozas se concentra una gran riqueza faunística. La conoce muy bien el fotógrafo Javier Sánchez-Rubio, que lleva 23 años dedicado profesionalmente a los documentales y la fotografía de naturaleza, aunque lo suyo viene de mucho más atrás, desde que a los 16 años le pagaron su primer trabajo con una cámara Reflex. Lo de los ‘bichos’ es incluso anterior, ha vivido rodeado de animales toda su vida, y le encantan. “De niño a las 7 de la mañana ya estaba levantado dando saltos por las rocas, con las lagartijas”.

Con un currículum que le ha llevado por medio mundo con sus cámaras, para acabar encontrando de todo aquí, al lado de su casa en Torrelodones, se nos antojan pocos guías mejores para conocer un poco más de la fauna de nuestro entorno.

“España es el país con más fauna de toda Europa, de hecho vienen productoras extranjeras a rodar documentales aquí. Hay animales como el rabilargo que no lo hay más que aquí y en Japón. Y lo tienes en Arroyo de Trofas. Y así, con mucha fauna”, explica a MasVive. “En esta zona en concreto hay una variedad de fauna tremenda, de la que vemos a la que no vemos, la que pasa desapercibida”.

Nunca conseguiremos que nos desvele dónde ha tomado sus fotografías, no sólo por secreto profesional, sino porque se muestra muy celoso de esos hábitats y no quiere que acaben invadidos de gente que pueda perjudicarlos, pero sí que podemos decir que no pocas de ellas están grabadas entre Torrelodones, Hoyo de Manzanares y Las Rozas. Es más, “la Sierra del Guadarrama me la tengo pisoteada entera, y sé la fauna que hay y la que no hay”, asegura. También sabe perfectamente que “hay animales que si los encuentras por aquí es porque se le han escapado a alguien”.

“La fauna es la misma en Torrelodones, Las Rozas y Hoyo, con leves diferencias. El municipio que quizás tenga más fauna sea Hoyo, pero a cambio Torrelodones tiene un término municipal muy extenso”, explica el fotógrafo.

Una profesión que requiere tiempo y paciencia

“La de fotógrafo de naturaleza es una profesión que requiere paciencia y en la que no existe el reloj. Te conviertes en una persona con la que no se puede contar”, asegura Javier Sánchez-Rubio.

Muchas veces sale a hacer fotografías y no sabe cuándo va a regresar a casa, le puede pasar que acabe durmiendo por ahí en un hostal o, cuando no se puede, en su propio coche, que tiene preparado por si tiene que pasar la noche al raso. Hasta ducha tiene. “Te acostumbras a la soledad y la disfrutas”, afirma. Cuando no está trabajando en un encargo concreto toma instantáneas o vídeos para su banco de imágenes, en el que tiene ‘fichados’ a miles de ejemplares. “Hay imágenes que sólo las tengo yo”, asegura.

En sus viajes no falta Box, su perro, al que llama “el secretario” y que ha aprendido a quedarse absolutamente quieto como su dueño cuando están haciendo fotografías. También ha fraguado singulares amistades, como con los pastores que se encuentra en lugares sólo habitados por los animales.

Secreto y celo profesional

El fotógrafo no te va a decir en qué puntos se puede encontrar a la fauna, sobre todo la más rara o protegida, porque localizarla supone un riesgo para la supervivencia de estas especies. La presión humana se está convirtiendo, en esta como en otras zonas de Madrid, en una amenaza seria, ya sea por la proliferación de actividades de ‘turismo de observación’, que llevan a cientos de personas a fotografiar animales en su hábitat en lo que se llaman ‘hides’, o por la práctica de deportes en zonas protegidas, como la escalada o el ciclismo.

“Son urbanitas que no respetan la fauna ni la vegetación. No porque no sean respetuosos, sino porque no están educados”, asegura Javier Sánchez-Rubio. Pone como ejemplo lo que ha sucedido en el Canto de la Cueva, donde “de toda la vida” ha habido nidos de búhos y de golondrinas. “Ahora no hay nada, todo está lleno de agujeros hechos por los escaladores”.

Enorme biodiversidad

“En esta zona puedes encontrar mamíferos grandes, como los jabalíes, corzos en Hoyo de Manzanares, que además se están empezando a meter en las zonas urbanas, jinetas, visones africanos... en Hoyo de Manzanares puedes encontrar buitres leonados anidando en El Picazo, y en Las Rozas buitres negros, que anidan en las encinas. También puedes encontrar búhos, cárabos, chotacabras o zorros”, relata.

“Antes Torrelodones estaba lleno de abubillas, pero se han ido hacia Hoyo de Manzanares o El Pardo, porque anidan en las rocas y la presión humana las ha ido desplazando ”. Lo que no hay, a diferencia de otros puntos de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, es muchos conejos. “Es por culpa de los jabalíes, que hozan, levantan las madrigueras y se comen las crías”.

Capítulo aparte merecen los reptiles y las culebras. Sánchez-Rubio relata con nostalgia cuando no era difícil encontrar gran variedad de lagartijas y los imponentes lagartos ocelados, cuya desaparición achaca al aumento de gatos asilvestrados en el entorno natural.

El peligro de los alóctonos

Capítulo aparte merecen todos esos animales que no deberían estar aquí, y que, sin embargo, han acabado aclimatándose. Cerdos vietnamitas que han terminado por cruzarse con los jabalíes. Galápagos de Florida que se comen los huevos de la tortuga leprosa, propia de esta zona de Madrid, cotorras, que invaden los nidos de otras aves y han llegado ya a lugares como Las Matas, Torrelodones o incluso Hoyo de Manzanares, donde han llegado a sacar 300 nidos de estas especies invasoras de un nido de cigüeña.

Tampoco faltan los gatos asilvestrados o los hurones, que un día fueron mascotas. Son todos animales que no son propios del ecosistema de la zona y están causando un enorme daño a las especies autóctonas. “Está todo lleno de animales que no corresponden”, asegura el fotógrafo.

Sobre el cambio climático

Después de toda una vida observando la fauna, Javier Sánchez-Rubio puede explicar a quien quiera oír más de una o dos cosas acerca del cambio climático. “Hay plantas que están floreciendo antes de tiempo, setas que han salido en enero o en épocas calurosas, árboles como los almendros o los prunos, que han florecido por adelantado”.

Todo esto acaba cargándose el delicado equilibrio de la naturaleza. “Las abejas son las principales consumidoras de la flor del almendro. Cuando empieza a florecer, despiertan y van a recoger su néctar, pero como la climatología que tenemos ahora es tan extraña, como caiga después una nevada o una helada, acaban muriendo”.

Pero no sólo los gases de efecto invernadero y otros factores qu se escapan a nuestra acción tienen la culpa de la degradación ambiental. También la mano humana tiene mucho que ver en la pérdida de biodiversidad. “Es increíble la cantidad de animales, sobre todo aves, que mueren por comerse tampones, compresas… residuos que se tiran a la taza del váter, y como las canalizaciones están como están, se producen roturas y acaban en los arroyos. También plásticos de bastoncillos, filtros de cigarrillos, los cordones de las mascarillas, que las aves confunden con lombrices”. Quienes tiran basura que acaba en la naturaleza “están perjudicando lo que es de todos”. Por eso es tan importante la educación ambiental “y no dejar nada en el campo que no debiera estar allí”.

La Hermandad del Salacot

Javier Sánchez-Rubio fue el fundador de la conocida como Hermandad del Salacot, un colectivo que aglutina a 90 profesionales, aventureros, directores de cine documental, gente dedicada a la egiptología… Su origen está en una reunión celebrada en Torrelodones en 2013, en la que seis profesionales documentalistas decidieron hacer frente común como una vía de ayuda mutua en una profesión que es de por sí difícil, así como poco apreciada en España. Cada año se juntan, en diciembre, para celebrar una comida en un punto diferente de la Península Ibérica. Lo único que se exige para formar parte de la Hermandad es ser profesional y tener un salacot, también conocido como casco colonial, casco tropical o casco de safari, que es el sombrero que siempre hemos asociado con los aventureros.

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