Dicen que el que da primero da dos veces. La idea que ha tenido el Ayuntamiento de Torrelodones para visibilizar el problema de los excrementos caninos en la vía pública tal vez no sea la forma más sutil de abordar la cuestión, pero sin duda ha sido la más efectista y seguramente será copiada.
Es bastante difícil pasar por alto, incluso con esa ceguera propia de los que sólo van a lo suyo, una ‘caca’ de más de dos metros y medio de altura y tres metros de anchura. Una ‘caca’ de la que se ha hablado en medio planeta y que, nos cuentan, va a acabar protagonizando su propio ‘Torrelodonenses por el mundo’, porque ya la han pedido hasta en Alemania. Como ninguna iniciativa verdaderamente viral está completa sin su propio suceso surrealista, lo del robo del hinchable ha sido ya la guinda del pastel, el acabose, el recopetín. Hay alguien por ahí con una mochila con 30 kilos de ‘popó’ hinchable que no sabemos muy bien para qué querrá, pero el ser humano es absurdo y hay cosas que se hacen porque sí, porque fastidiar al prójimo debe producir un subidón que, sinceramente, no entendemos muy bien.
Pero, bromas a parte, lo que está por ver es la efectividad de la campaña. No somos capaces de anticipar si el que se deja las deposiciones de su perro tiradas por la calle va a ser capaz de modificar su conducta sólo porque nos echemos unas risas viendo el volumen que puede alcanzar el efecto acumulado de la porquería abandonada por todos los perros de Torrelodones. Pero al menos esperamos que la iniciativa haga ciudadanos concienciados, especialmente entre los más pequeños, a los que no se les pase nunca por la cabeza cometer semejante acto de egoísmo social.
Como en muchos otros casos, son los niños y niñas los que mejor se han tomado esta iniciativa, lo que nos demuestra que tienen una visión mucho más desprejuiciada del mundo y lo que les rodea. Mucho más imaginativa y positiva. Algo que en Torrelodones han tenido muy en cuenta en la elaboración del Plan de Infancia y Adolescencia, que es un documento que sobre todo se ha hecho para ellos, para canalizar su opinión y voluntad de cambiar las cosas. A los peques les dan lo mismo las convenciones y los límites de lo políticamente correcto y lo mismo te piden un guardabosques para las zonas forestales o un parque de atracciones que más carriles bici. Pero deberíamos oírles más, porque andan más y viven más las calles que los adultos, esquivando cacas y barreras arquitectónicas, sufriendo la incompetencia de sus mayores.