En la Fundación UAPO realizan un abordaje integrativo del paciente oncológico mediante el ejercicio físico, que es fundamental, junto con la psicología, la nutrición y la fisioterapia. “Queremos ayudar a los pacientes que están con su tratamiento médico para que esos tratamientos sean más efectivos, desde los beneficios ampliamente contrastados del ejercicio físico a la hora de mejorar los efectos secundarios y la calidad de vida”, explica Chema Moya, director de UAPO.
Ellos hablan de ‘atletas’, no de pacientes, una palabra que pertenece al ámbito médico. “Queremos que se sientan deportistas, porque es lo que vienen a hacer con nosotros, un tratamiento complementario. Con nosotros vienen a hacer ejercicio y ellos se tienen que sentir deportistas. El lenguaje es importante”, asegura Chema Moya.
Por la sede de UAPO en Colmenar Viejo pasan semanalmente alrededor de 150 atletas, con edades comprendidas entre los 15 a 82 años, de municipios de la zona e incluso provincias limítrofes. Sólo hay dos requisitos para entrar en UAPO, ser paciente en tratamiento y hacerse socio de la Fundación, “no como método de pago de su tratamiento, porque pueden hacerse socios desde cinco euros al mes, sino para seguir manteniendo la Fundación”, señala Moya.
Todos siguen el mismo proceso: una primera entrevista en la que se les piden los informes médicos y últimas analíticas y se les evalúa para integrarlos en un grupo de entrenamiento u otro, algo que se hace por grados de funcionalidad o características sociales, no por el tipo de cáncer que padecen. Son grupos como máximo de 4 pacientes, que entrenan dos veces a la semana, para que la actividad sea lo más personalizada posible. Además se determina si necesitan pautas nutricionales o con el psicólogo, así como fisioterapia.
“El entrenamiento está dirigido al desarrollo de la fuerza. Los estudios evidencian que uno de los problemas que tienen las personas con cáncer es la pérdida de masa muscular, además de funcionalidad. También se les incita a tener una vida más activa, que hagan actividades complementarias fuera de los entrenamientos, bailar, a caminar…”, explica el director de UAPO.
Una de esas atletas es Teresa, una vecina de Las Rozas a quien le diagnosticaron hace dos años un cáncer de mama y que hoy recomienda “absolutamente, cien por cien” la Fundación. “En mi caso, yo creo que el ejercicio me ayudó a minimizar los efectos negativos de la quimioterapia. Cansancio extremo no he tenido, porque como estás en el hábito de entrenar, no te dejas caer, las defensas nunca me bajaron… me ayudó en el proceso. Debería haber empezado antes, incluso antes de la operación”, reconoce ahora Teresa. “Es un programa supercompleto que te ayuda desde muchísimos ámbitos”.
Además de entrenar, Teresa pone en valor el poder compartir tiempo “con gente que ha pasado por lo mismo”. Pone como ejemplo su grupo de entrenamiento, que comparte con Soraya, María José y Helen. “Es un grupo muy integrado en el que vas teniendo confianza, un grupo más como tu grupo de amigos, o del trabajo”, relata. Tampoco olvida a Fer, su entrenador, y al resto de trabajadores de la Fundación.
Investigación
Además de ayudar a los pacientes oncológicos, desde UAPO están impulsando investigaciones universitarias sobre los beneficios de la actividad física en los pacientes oncológicos. También desarrollan acciones formativas para que los profesionales de la salud y del ejercicio tengan conocimientos específicos de la actividad física y el cáncer y puedan implementarlo en otros lugares. “El éxito de UAPO sería que no existiese, que pudiera abarcarlo el sistema sanitario, pero como eso no va a suceder al corto plazo, estamos también para cubrir ese ámbito”, asegura Moya, quien reconoce que “es una pena” que Jesús Candel, que falleció en octubre de 2022 a consecuencia de un cáncer, no esté hoy aquí para ver todo lo que ha conseguido la Fundación. “Pero tanto el grupo de Granada como el director general de la Fundación, Javier Cánovas, siguen con esa idea y estamos desarrollando un trabajo que ahora une a más de 40 profesionales”.
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