... Y volvieron del Sahara

Ya les hablamos de ellos hace un par de meses (ViveTorre nº 21), anunciándoles que les volveríamos a recibir a la vuelta de su gran aventura. Han vuelto: Sergio, Pablo y Juan regresaron del campamento saharahui "27 de febrero", en territorio argelino, pero ya nunca serán los de antes. Ahora tienen una segunda familia que han dejado atrás, que les acogió en sus jaimas de tela como uno más, compartiendo con ellos lo poco que tenían; ahora ya saben que los refugiados saharahuis que lidian con la dureza del desierto cada minuto para sobrevivir un día más no son sólo uno de los tantos problemas humanitarios de difícil solución, sino que cada saharahui tiene un nombre, una cara polvorienta, un juego favorito y unos amigos en España a quienes pueden escribir mensajes al móvil para recordarles que siguen vivos.

Hasta allí fueron junto a otros ochenta jóvenes, como una suerte de reyes magos, en avión hasta Omán, luego a Tinduf y de ahí en dos autobuses (cedidos ya nadie sabe en qué año por el gobierno vasco) hasta su destino, con las alforjas cargadas de material escolar, deportivo (en parte gentileza del Ayuntamiento y del Polideportivo de Torrelodones), medicamentos, herramientas de construcción y dinero recopilado y entregado en persona a las manos indicadas, asegurándose así de que no se quedaría por la infinita red de intermediarios como ocurre tantas otras veces.

Cumplieron sus objetivos: reconstruyeron el colegio, enterraron los cables de la luz para impedir los frecuentes apagones (cavando bajo un calor sofocante), construyeron un campo de fútbol, organizaron partidos y ayudaron a levantar los cientos de viviendas de adobe devastadas por las inundaciones recientes. Incluso les quedó tiempo para visitar campamentos vecinos, un hospital de mutilados o asistir a la clausura del I Festival de cine del Sahara. Entre muchas más cosas, conocieron en torno a la infinita ceremonia del té otro transcurrir del tiempo o escucharon las ansias de guerra de los jóvenes saharahuis educados en Cuba y realojados en una tierra que ya no conocen pero les gustaría liberar...
"Se sentían afortunados de que ochenta chavales les hubieran ido a visitar", comenta Pablo, y no es para menos. Lo que no saben, aunque sospechan, es el gran regalo que les han dado a cambio: ver en primera persona el contraste brutal que existe entre su mundo y el nuestro te ofrece una enseñanza vital que no se aprende en ningún libro. Esta experiencia forma parte de un gran proyecto solidario que surgió a iniciativa de un grupo de jóvenes estudiantes y que fue creciendo hasta ser más de ochenta quienes trabajaron en conjunto buscando un objetivo, preparando la logística y recopilando fondos de mil maneras (conciertos, ventas de camisetas, subvenciones, donaciones de material...) para fines humanitarios. Algunos de ellos viajarán a una zona deprimida de Ecuador en septiembre y, aunque no irán nuestros jóvenes torresanos, sí que han colaborado donando parte de la recaudación del "chiringuito solidario" que montaron durante las fiestas de la Colonia y que dicen que fue uno de los que mejor funcionó. Otra de sus iniciativas fue el "Circo de los Grillos" que organizaron en el recinto de Pradogrande el pasado 2 de julio con mercadillo, actuaciones y grupos de la talla de Canteca de Macao. Entre nosotros tenemos una prueba de que los jóvenes de hoy no sólo se divierten con las peleas nocturnas a botellazos en los parques; su ejemplo nos ayuda a creer que este mundo puede no ser tan malo.