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Historias de piedra y acero

domingo 01 de febrero de 2015, 20:33h
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Embellecer el entorno urbano, lanzar un mensaje a la sociedad para que reflexione... Más allá de su valor ornamental, las esculturas urbanas han supuesto desde hace siglos una forma de despertar sentimientos en el espectador, una vía para la reflexión y el debate. Desde sus pequeños rincones, allí donde se encuentren, nos transmiten un mensaje. Nos piden que las contemplemos, que las toquemos, que pensemos en lo que representan o en quien representan. Están expuestas de la forma más directa posible a la interacción con el público. Deberíamos aprovechar más ese encuentro con el arte fuera de las frías salas de los museos. Algunas nos gustarán más que otras. La variedad temática, de materiales y estilística de las esculturas que nos encontramos en las calles de Torrelodones es enorme. Pero todas tienen una historia detrás y además han sido testigos de la Historia del municipio.
  • Waldo Aguiar     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Homenaje al servicio de limpieza (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Equilibrio     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Un símbolo para el IES Diego Velázquez     (Pinchar en la foto para ver completa)

    Un símbolo para el IES Diego Velázquez (Pinchar en la foto para ver completa)

  • Francisco Oyamburu     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Homenaje a la familia     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • La Paloma de la Paz     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Ricardo León     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Las Tres Cruces     (Pinchar en la foto para ver completa)

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  • Manuel López Villaseñor (Pinchar en la foto para ver completa)

    Manuel López Villaseñor (Pinchar en la foto para ver completa)

  • Manuel López Villaseñor (Pinchar en la foto para ver completa)

    Manuel López Villaseñor (Pinchar en la foto para ver completa)

Torrelodones cuenta en sus calles con un buen número de esculturas, algunas más conocidas que otras, algunas más apreciadas que otras por los vecinos, por lo que cuentan o por el estilo elegido para hacerlo. A lo largo del tiempo, han ido surgiendo allí donde se consideraba que podían contar mejor su historia, como la dedicada a Ricardo León junto a la Casa de Cultura, o la que recuerda al párroco Francisco Oyamburu a las puertas de la Iglesia de la Asunción. Sólo durante la época del VIII Centenario se emprendió un proyecto por el que se instalaron varias obras en el entorno urbano como parte de un conjunto, coincidiendo con el VIII Centenario. Entre ellas destacan el Monumento a la Familia y la dedicada a los primeros moradores de Torrelodones, obras ambas de José María Casanova; ‘La verbena’, representación de las tradiciones populares obra de José María Palacio; y el Monumento la Historia de Torrelodones, de Juan Moral, junto a la Casa de Cultura. Al Patrimonio de Torrelodones se ha añadido, ya en fechas recientes, un Museo Jardín con 20 obras donadas por el propio Juan Moral.

Como cualquier intervención artística en el entorno urbano, podríamos abrir un debate sobre si el lugar donde se ubican estas obras es el más adecuado, si ayudan a embellecer el entorno o se pierden en él... “Son una intervención sobre el espacio público y, como tal, pretenden crear un diálogo con el transeúnte y de alguna manera modificar el comportamiento o la visión que se tiene de ese espacio. Es una forma de acercar la escultura a la gente, una disciplina que, dentro de la plástica no es la más fácil”, reflexiona la edil de Cultura, Rosa Rivet.
“Los monumentos no los hacen los arquitectos ni los escultores, no los hacen los urbanistas ni tampoco los políticos. Por el contrario, los construyen, los erigen y los destruyen los sentimientos populares”, dice el teórico y crítico de Arte Miguel Cereceda en su ‘Informe situacionista sobre la iconografía monumental de la ciudad de Madrid’, publicado en la revista www.esculturaurbana.com. Que es como decir que su pervivencia depende de nosotros.

Es difícil acertar cuando se lleva la escultura a la calle. Pero estas obras acaban integrándose en el entorno y, desde allí, nos hablan. Y ya si ese diálogo puede ser más íntimo, estas obras habrán cumplido con el sueño de quien las ideó: estar en contacto permanente con el espectador. “Las esculturas hay que tocarlas”, dice Rivet. Así se inicia un diálogo que empieza con la vista y se mantiene con la punta de los dedos, al alcance de la mano.


Waldo Aguiar
Al poco de fallecer, en el año 2000, se rindió homenaje al escultor, pintor y grabador Waldo Aguiar Carmona. Se colocó una obra suya denominada “la esencia del artista” en la plaza Epifanio Velasco, al final de la calle Carlos Picabea. El mismo día en el que inauguraba su exposición individual en la Sala XIII, que estaba en esta misma plaza, sufrió un infarto cerebral del que no se recuperó. Así, al día de hoy, sobre la rotonda ajardinada de esta plaza, custodiada por el tráfico y alejada del peatón, queda aislada y desconocida esta pieza a la que raramente alguien se acercará para leer su placa y saber quien fue Waldo Aguiar. Había sido un brillante estudiante de Bellas Artes que consiguió varios premios y becas realizando exposiciones en otros países. Fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tenía un estilo expresionista con especial atención a la figura femenina. Su obra está en el Museo Reina Sofía, en Sao Paulo, en la Biblioteca Nacional, entre otros.

Homenaje al servicio de limpieza
El 19 de diciembre de 2005, Manuel Correa Navarro, operario de la empresa Urbaser, fallecía en un accidente de trabajo en Torrelodones. Correa Navarro, de 56 años, se encontraba trabajando cuando fue atropellado en la calle Señora Bienvenida por un camión de la basura de la empresa Urbaser. Al parecer, el camión dio marcha atrás cuando Manuel, que se encontraba detrás, resbaló con el hielo y cayó al suelo. En su memoria, el Ayuntamiento encargó a José María Casanova esta escultura, ubicada en el entorno de la Iglesia de la Asunción, inaugurada en 2009 y erigida en su memoria y en reconocimiento a todos los trabajadores del servicio de limpieza.

'Equilibrio'
Es el nombre de la escultura cedida temporalmente por la artista María San Martín Uguet de Resayre al Ayuntamiento de Torrelodones. Este gesto fue en apoyo y adhesión a la iniciativa del Año de la Cultura en el municipio celebrado durante el 2010. Representando el movimiento y el equilibrio de una bailarina con cinco metros de altura, se colocó en el exterior de la Escuela Municipal de Música y Danza “Antón García Abril”, lo que fueron las Escuelas Vergara, en la calle Javier García de Leániz. Esta obra valorada en 9.000 euros, había formado parte de una exposición colectiva en la Casa de Vacas del Retiro y se convenió para el año 2010. Ahora, trae más de un quebradero de cabeza porque se ha registrado algún que otro accidente con los niños que juegan alrededor. Han pasado cuatro años y la escultura permanece ni siquiera en el contexto original porque ahora es la Escuela de Idiomas la que ocupa ese espacio.

Un símbolo para el Instituto
Cuando se peatonalizó la calle del instituto público Diego Velázquez en el 2012, se pidió la colaboración al Claustro de profesores para que realizara una intervención artística que la completara. La petición se trasladó al Jefe del Departamento de Dibujo, José Antonio Viveros, que además es pintor y escultor, “acepté el encargo de forma altruista aunque tenía que estar diseñada y realizada en 48 horas”. Entre varias intervenciones inacabadas como es testigo el pavimento, y otras trabajadas por los alumnos que no vieron la luz, la que quedó mejor plasmada fue el híbrido entre relieve y escultura del pintor Diego Velázquez. Para abordar esta obra, el profesor se inspiró en la admiración por Velázquez “que sabía pintar la nada, el aire como un fluido transparente que había que representar” y por ello lo realizó a partir del vacío y del hueco en el acero.

Aunque algunas pintadas atacan esta portada y surge la discusión entre los alumnos, Viveros dice que lo que más le satisface es que hay quien lo defiende como un verdadero símbolo de su instituto.

Francisco Oyamburu
En el jardín frente a la Iglesia de la Asunción nos encontramos con este busto que recuerda a Don Francisco Oyamburu Goicoechea, quien fuera párroco de la Asunción durante más de 40 años y hasta 1999, cuando se jubiló. El busto, escondido en un rincón tranquilo del jardín frente a la iglesia rodeado de vegetación, preside desde el año 2000 la entrada de los feligreses al templo y recuerda a este guipuzcoano, nacido en 1929, profesor de Teología y una persona muy querida y recordada en Torrelodones.

Mauel López Villaseñor
El busto del pintor Manuel López Villaseñor simbolizó el elogio de dos municipios. Ciudad Real fue la ciudad donde nació y en 1971—un año antes había fijado su residencia en Torrelodones— le nombró hijo predilecto. En Torrelodones vivió 26 años hasta que falleció en 1996. El Ayuntamiento de Ciudad Real donó una copia de la escultura en bronce del artista López Arza, el original está en el museo dedicado al pintor en esta ciudad. Celebrando el VIII centenario de la refundación de Torrelodones y el X Aniversario de la muerte del pintor, el Ayuntamiento de nuestro municipio designó el lugar para el busto al lado de la Fuente del Caño. Fue el artista quien diseñó las dos extensiones semicirculares laterales de la fuente como asientos, cuando ésta tuvo su traslado definitivo en 1984. La plaza del Fuente lleva su nombre y también la sala central de exposiciones de la Casa de Cultura. López Villaseñor influyó en toda una generación de jóvenes pintores españoles con su nuevo realismo y su pintura metafísica.

La Paloma de la Paz
Frente al ahora cerrado Centro Internacional de Cerámica, en la avenida de Valladolid, está abandonada esta paloma que espera, como los propietarios del inmueble, la venta del edificio. Mientras eso llega, esta escultura de una paloma blanca se torna cada vez más negra y el pedestal se viene cayendo a trozos, testimonio mudo del destino del edificio que custodia.

Ricardo León
'Mi pequeño Escorial'. Así llamaba Ricardo León (1887-1943) a su finca, Santa Teresa, en la que escribió algunas de sus novelas y en la que murió. En Torrelodones escribió el autor algunas de sus novelas y, desde 1994, una escultura, situada junto a la Casa de Cultura, recuerda la especial relación que el escritor, poeta y académico tuvo con el municipio, del que se destaca su lema, 'Morir, pero no cejar'. Inaugurada durante las fiestas del Carmen de ese 1994, la obra, un busto de Coullaut-Valera reproducido por el escultor Eduardo Capa, preside serena, aunque el gesto de Don Ricardo sea ligeramente severo, el parque de la Casa Rosa, desde el que recibe la visita de no pocos curiosas. Se nos antojan lugares mucho menos amables para recordar a un escritor y poeta...

Las tres cruces
La colocación de tres cruces en un lugar aledaño a las últimas casas de una población, es una tradición religiosa desde la Antigüedad. Se elegía un lugar más elevado o culminado en un montículo, en donde se ejercitaba la devoción del Vía Crucis como duodécimo paso o parada en Semana Santa.

Según el historiador local José de Vicente Muñoz, las tres cruces originales de Torrelodones debieron de datar en torno a 1563, cuando se inició la construcción de la Iglesia de la Asunción durante el reinado de Felipe II. También dice que podía ser parte de una serie de cruces que existieron en distintos lugares del pueblo.

Hay documentos oficiales que lo tratan como monumento histórico. Sabemos por un documento de 1924 que estaba frente a la fuente pública en la calle Real en el tramo que ahora se llama Carlos Picabea, cerca del cementerio primitivo en ese entonces contiguo a la Iglesia. Durante la Guerra Civil desaparecieron y dicen -no hay datos oficiales- que se usaron como dintel en un refugio antiaéreo. En agosto de 2006 se inauguró esta réplica dentro de los actos de celebración del VIII Centenario de la Refundación de Torrelodones.

Homenaje a la familia
'Homenaje a la familia de Torrelodones, a su pasado y a su futuro'. Este conjunto escultórico, titulado originalmente 'Retrato con los abuelos' preside, desde 2004, la plaza del Ayuntamiento de Torrelodones. Desde su rincón muchas veces oscurecido por la sombra, esta escultura que representa a unos abuelos con una mujer joven y un niño, sus nietos o tal vez la representación de tres generaciones de la misma familia, observa el incesante trajín de la plaza y no es raro verla, los fines de semana, rodeada de niños que se suben en ella para jugar. La escultura es obra de José María Casanova, responsable también del conjunto escultórico de la rotonda del Centro Comercial, titulado 'El Noble, el Caballero de la Orden de Santiago y el Colono', dedicado a los primeros pobladores de Torrelodones, los protagonistas del proceso repoblador cristiano ordenado por Alfonso VII en el año 1152.

Un museo de escultura al aire libre
Torrelodones no sólo tiene esculturas diseminadas por el espacio urbano. También ha estrenado recientemente un Museo Jardín de escultura en el parque de la Biblioteca José Vicente Muñoz, creado con la donación de una veintena de obras del escultor Juan Moral, autor entre otras cosas del Monumento a la Historia de Torrelodones junto a la Casa de Cultura.

Este escultor lleva más de 40 años viviendo y trabajando en Torrelodones, y puede presumir de una sólida trayectoria artística. De Torrelodones, cuenta, lo primero que le atrajo fue “la altitud”. Viniendo del Sur, explica que aquí ha encontrado “la luz limpia, el equilibrio”. De su Andalucía natal asegura que tiene “demasiada energía, me excita demasiado para trabajar”, aunque le viene bien ir de vez en cuando “a cargar las pilas” y en Torrelodones encuentra “una fuerza y un equilibrio muy hermosos, una luz muy especial, entre filtrada y dimensionada, que recuerda a la luz lorquiana algunas veces”.

Bajo esta luz de Torrelodones “han nacido mis esculturas”, reconoce, y bajo ella quería verlas expuestas. Por eso hay en el Museo Jardín de la Biblioteca una selección de obras que recorren toda su trayectoria artística, sin olvidar el protagonismo que se le da al Monumento a la Historia de Torrelodones. En el Museo hay una reproducción de esta obra y se exponen los vacíos de la escultura, los siete homenajes que contiene ese monumento y que representan el Lodón, la Iglesia, la Hospedería, la Torre, el Puente Romano, la Fuente y la Peña del Dedo Gordo.
“Estas obras están aquí mucho mejor que en mi estudio, allí estaban amontonadas”, reflexiona Juan Moral sobre el Museo Jardín. “El mural titulado 'Sensualidad' estaba perdido en el estudio y aquí ha tomado protagonismo, produce un impacto tremendo”, explica con entusiasmo. Para el autor es importante que estas obras estén expuestas al aire libre, cerca del público. “Es muy importante, el artista lo que quiere es que los espectadores toquen su obra, se rocen con ella, la vean anochecer, amanecer, oxidarse, mojarse y tomar cuerpo con el espacio”. Nos invita a tocarlas, a comprobar cómo cambian las texturas según las distintas oxidaciones conseguidas en el acero corten, a contemplar cómo cambian sus colores bajo las distintas luces... a sentirlas. Y si ya un día pueden visitarlas acompañados por el escultor, podrán aprender de su mano, un auténtico placer, qué hay detrás de cada una de ellas y tal vez compartir con él su interpretación, un diálogo “muy interesante”. Aunque nos recomienda que, más que “ver cosas” en ellas, las sintamos, “que os emocionen”. Lo peor en el arte, asegura, es “la indiferencia”.

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