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Contrataciones anuales en los servicios de psicología de la THAM: insensibles con los jóvenes en riesgo

martes 02 de diciembre de 2014, 11:10h
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Un grupo de familias, usuarias de la THAM, viven con especial preocupación el cambio de profesionales en psicología que les estaban ayudando con sus hijos. El servicio de Terapia familiar es una de las prestaciones que mediante concurso público anual se adjudica a la empresa mejor valorada. Así lo dice la Ley de contratación con las Administraciones públicas.

Sin embargo, estas familias que valoran muy positivamente la ayuda recibida hasta el momento, pretenden colaborar más que quedarse en la queja. Por ello, llaman a la coherencia y a la calidad a los responsables técnicos y políticos ya que esta atención es muy sensible a los cambios con los que se puede truncar el proceso de recuperación de sus hijos jóvenes. Este artículo es su iniciativa para ayudar a otras familias que tengan hijos difíciles.


En los relatos de estos padres y madres hay un denominador común: la actitud de sus hijos cambió a la edad de 13 o 14 años y progresivamente la convivencia se convirtió en un infierno. Raquel que es psicóloga del CICS—Centro de Intervención Clínica y Social— y ha tratado algunos de estos casos dice que la adolescencia es un período normal dentro del proceso evolutivo, “pero al igual que empieza termina”. Sin embargo, Raquel apunta que si este proceso viene acompañado con situaciones familiares difíciles, separaciones complicadas, discrepancia en relación a los estilos educativos entre ambos progenitores, fracaso escolar, consumo de tóxicos, desvinculación afectiva..., se convierte en un período conflictivo en el que se tiene que pedir ayuda a un profesional”.


Algunas familias viven la adolescencia de sus hijos con preocupación y altas dosis de paciencia. Raquel recomienda que “lo importante es transmitir que sois incondicionales siendo la fuente principal de apoyo ante cualquier problema. Las habilidades de comunicación y negociación serán la clave del éxito, intentando que se sientan comprendidos dentro de su mundo de contradicciones, más que estar anclados en la imposición de límites y normas rígidos e inflexibles”. Raquel explica que “el adolescente es muy sensible a la humillación y desvalorización por lo que el papel de los padres pasa por mandar mensajes positivos y de valía, así como de respeto a sus individualidades, confiando en su toma de decisiones y dándole el lugar y el espacio que reclaman”.


Sin embargo, hay familias que han llegado hasta la mayoría de edad de sus hijos con años de violencia intrafamiliar vivida en silencio. Con impotencia ante la negación de sus hijos a reconocer que tienen un problema psicológico o adicción a las drogas. Y una situación legal que ya los inhabilita a intervenir como padres pero aún les compromete a responsabilidades económicas.


Cuando estos jóvenes no tienen la facultad para dirigir sus vidas por motivo de adicciones o salud mental, no son problemas transitorios. Los padres se preguntan si hay que esperar a que hagan una locura o les de un ataque psicótico para que los ingresen en prisión o acuda el Summa psiquiátrico. La violencia destroza el ámbito familiar y a ellos mismos. Cuando dependen de ellos solos la incertidumbre y la desprotección es mayor.


Sin duda, mientras se resuelve el dilema sobre nuestra convivencia con las drogas legales e ilegales, las consecuencias ya las conocemos y el problema social no tiene respuesta política ni colectiva. “Miramos para otro lado” y señalan que “en Torrelodones también la situación es terrible”.


Se dan casos en los que existe una coacción económica de los hijos con amenazas y violencia física. Una intolerancia hacia las normas y la responsabilidad. Los padres dudan entre lo moral y lo justo y las leyes también. Se trata de impedir que haya abuso por las dos partes y la realidad es que la coyuntura económica no ayuda a nadie, ni al mantenimiento de los hijos mientras estudian o encuentran trabajo ni a favorecer la independencia de los mayores de edad.


Algunas de estas familias han encontrado un recurso en los Servicios Sociales que han dado una luz de esperanza cuando todo parecía imposible. Otras aún están a la espera.


Raquel como psicóloga señala que más que nunca en estos casos de extrema necesidad se hace necesario una especialista, porque puede ser “lo único que les salve la vida”.

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