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Tres generaciones reunidas este año en La Caldereta

Tres generaciones reunidas este año en La Caldereta
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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La Caldereta es una tradición gastronómica y festiva que se cree que ya se celebraba desde el siglo XIII, pero con más fiabilidad se tiene registro desde 1767.

La guerra civil y el periodo posterior interrumpieron este evento popular recuperándose en 1958. En mayo del 2011 fue declarada Fiesta de Interés Turístico dentro de la Comunidad de Madrid. La asociación La Caldereta generosamente se hace cargo de todos los eventos del día 9 de septiembre y reparten hasta 6500 raciones gratis para todos los asistentes, sean de Hoyo o forasteros.

Matías Sanz Santos de 85 años fue homenajeado en la cena de La Caldereta de este año, por sus más de 50 años dirigiendo la elaboración de este guiso con la receta secreta que heredó de su padre que también se llamaba Matías Sanz. Aunque es su segundo año sin participar por motivos médicos, su hijo Luis Miguel Sanz de 60 años lleva colaborando con él desde antes de los 18 años, edad que era la permitida para ser socio. Este año también es el estreno de su hijo Miguel Sanz de 20 años que por primera vez participa en la organización de este histórico evento que da entidad a las Fiestas de Hoyo de Manzanares.

Matías recuerda cuando su padre dirigía la preparación de este plato, en lo que era antes una plaza que nada tiene que ver con la actual y cuenta que “era una plaza vieja con paredes anchas donde se subía la gente y en las cuatro esquinas se colocaban carros, de los que iban tirados por bueyes, para cerrarla. Nosotros estábamos subidos a los muros y mi padre nos pasaba la carne”. Lo que ha cambiado de forma espectacular es la cantidad de carne de novillo que se preparaba, de dos calderos de la época de Matías, uno para solteros y otro para casados, a los 29 que se preparan en nuestros días. Otra costumbre, que no se sigue por estar prohibida, es que los socios que les tocaba ser “vigilantes” golpeaban a quien no cumplía con el rito de no dar la espalda a los calderos cuando se reparte la carne a la gente. El rito continúa pero el castigo, no. Lo que se resiste a cambiar es que no se permite la participación de mujeres y como dice Luis Miguel “es una asociación machista desde el principio y sigue siéndolo y como se hace por votación ganan los socios más mayores”.

Algo que diferencia esta cocina hoyense a las populares calderetas de muchos pueblos es que no le agregan ningún otro ingrediente como patatas o zanahorias, ni siquiera agua, y por más de cinco horas se cocina con leña y al aire libre, lo que constituye ya un evento popular de gran atracción la sola preparación. Aunque pudiera tener relación con un plato de pastores cuando esta zona pertenecía a Segovia no se sabe con exactitud. Matías con nostalgia y emoción nos cuenta que hace unos años consiguió que el famoso cocinero Arguiñano emitiera por televisión sobre esta fiesta y añade que “es una gran alegría para mí ver que se mantiene por generaciones esta antigua costumbre”. Para Luis Miguel es importante que siga el relevo y aunque dice que su hijo está volcado en sus estudios exclama “o un sobrino o se buscará a alguien”.

Jose Luis López Bravo también debuta como Presidente de la Asociación, cargo que cada dos años se elige y nos cuenta los detalles de las tareas y el festejo. Somos 287 socios que aportamos 84 euros anuales para cubrir todos los gastos del día de la fiesta y alguna excursión que organizamos para salir juntos. Son 1.500 kilos de carne de toro, 26 ristras de ajos, mil kilos de leña, 9000 raciones de pan y 50 arrobas de vino. Los socios se reparten las tareas de la cocina y la organización. A partir de las 11 horas de la noche es la convocatoria popular, donde nadie puede traer ni platos ni cubiertos y se sitúan a los costados de la plaza sin poder acceder al centro donde los socios en hilera espera el sonido de la corneta o “coto” para alternar el pinchado de la carne que se pone dentro de un pan y se reparte a la gente, con el turno donde ellos beben vino y se da tiempo para que la gente de las primeras filas que ya consiguió su ración deje paso a los siguientes. Esta ceremonia da paso a lo que se llama el regado del vino, donde los socios rocían por todo el cuerpo a cuantos se acercan a cada “puesto de vino” que son bidones que mediante tubos de goma suministran el alegre licor. La fiesta se torna de color granate y evitando los excesos, la diversión puede estar asegurada sobre todo para los más jóvenes.

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