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Entrevista completa a Julián de Castro.

Juián de Castro, S.A. cumple 100 años. 1913-2013

miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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Juián de Castro, S.A. cumple 100 años. 1913-2013
  • ¿Qué representan estos 100 años para una compañía familiar como la suya?
  • Es como una dicha y una satisfacción llegar al Centenario una Empresa familiar ( cada vez mas escasas)que se creó con y por iniciativa de mi abuelo quien supo poner su empeño en unir determinados pueblos de la comarca con la capital ; y por supuesto también se siente una agradable sensación interior por cumplir un objetivo: continuar con el testigo de los que nos precedieron, para pasárselo a la siguiente generación en la clave de responsabilidad y la continuidad que toda la familia llevamos interiorizada en nuestro ADN.
  • Sabe, ¿cuánto tardaba el trayecto en coche de caballos, a lo que fue en el primer automóvil `Latil´?
  • A juzgar por cómo serían las “carreteras” entonces y que las paradas no estaban establecidas, efectuándose a la propia demanda a pie de cuneta, el trayecto podría tardar cerca de una hora entre Galapagar y Torrelodones FFCC.

  • ¿Qué recuerdos conservan de la época de su abuelo, sobre la realidad de estos pueblos y del servicio de transporte que los unía…? (pequeñas anécdotas...)
  • Los recuerdos que puedo conservar son pocos. Solamente los que van transmitiendo las personas de más edad que van evocando su pasado. Según cuentan estos pueblos eran muy pequeños. Se componían de núcleos familiares muy arraigados y con una estrecha relación entre las familias que componían el pueblo. Todos se conocían y, según cuentan, entre las distintas familias se creaban un lazo de amistad muy fiel, propia de una época donde las necesidades esenciales no estaban atendidas, y el pueblo y sus gentes las compensaban con grandes- grandísimas – dosis de solidaridad y compañerismo. A modo de la anécdota que me solicita, le diré que según cuentan los mayores, el día que se pasó de la tracción de sangre (transporte movido por mulas) al primer autobús movido por gasógeno, la mula que entonces tiraba de la carreta, se colocó de forma espontanea y natural, delante del autobús, como queriendo así tirar de él. Pobre mula, ya sufrió el primer ERE.
  • Recuerdos de la figura de su padre, Julián de Castro, de su forma de llevar la compañía en aquellos tiempos. (Anécdotas...)
  • Aquí podría estar hablando horas sobre anécdotas, emociones y recuerdos. Pero “resumiendo” le diré que la figura de nuestro padre es fundamental en todos los hermanos. Sabíamos, aunque pequeños, de su “buen hacer”. Vivía “por y para” la Familia y la Empresa. Eran años muy precarios aquellos de la posguerra. El esfuerzo era superar el día a día. Él supo hacerlo y verbalizaba con refranes (los cuales venían a ser para mi, compendios de la vida intensamente experimentada) del estilo “el ojo del amo engorda el caballo”, “siempre hay que estar al pie del cañón”, “predica con el ejemplo, y nunca exijas hacer lo que tu no haces”. Murió instantáneamente de un ictus en 1986. Era por la noche en casa junto a su Conchita a eso de las 10. Ya había acabado su trabajo, como todos los días. Volvió a casa, como todos los días. Trabajo su último día, como todos los días. Nuestro padre fue un enamorado profesional del transporte de viajeros. Cuando nació en 1915, ya en su casa se llevaban dos años trabajando en el transporte con mulas, para ir de Galapagar a Torrelodones para enlazar con el tren, ya que el apeadero más próximo de Galapagar (La Navata), no tenía puente sobre el rio para que pudieran circular los vehículos. En 1924 se cambiaron las mulas por un pequeño coche de 14 plazas, cuya marca era Latil, mejorándose ostensiblemente el trayecto hasta el tren.

Corrían los años 34 y 35 cuando se compró un coche de segunda mano de 27 plazas, marca Dodge con matricula de Segovia 712. La guerra lo destinaria a otros usos, y acabada ésta, apareció medio quemado. Se cambió de carrocería y a seguir caminando. Ya se llegaba a Madrid de forma regular por los años 39 y 40. Siguen las estrecheces para todos, también para Julián. Pero sigue trabajando, cambiando de coches, trasladando personas, ganándose la vida y haciendo una Empresa; la cual sirvió para vivir a mis padres, a los que con ellos trabajaban y a sus familias. Nuestros padres se creyeron lo del compromiso con la vida y la sacaron adelante con ocho hijos. En ese compromiso buscaban construir, dejar riqueza y empleo, y “gozar” de los resquicios de ocio que sus duras vidas les permitían. Está claro que para llegar adonde han llegado y en esas condiciones, era señal de que querían vivir ilusionada e intensamente la vida y esto lo sabían compartir con su esfuerzo. Nuestro padre en particular no se tensionaba, sabia instintivamente responder a la oscuridad con su agudo humor. Transmitía lo que relajaba, guardaba lo que le inquietaba. También sabía guardarse en sus rincones internos de soledad, el dolor, la preocupación y la angustia que llevaba implícita la responsabilidad de cuidar de sus viajeros, sus empleados y sus ocho hijos.

Creemos a ciencia a cierta, que hizo de los viajeros sus amigos. Y ellos sabían que era incondicional. Absolutamente incondicional. Si en Madrid tenían ellos o alguien de su familia algún problema o una necesidad, sabían que Julián estaba siempre en el nº 4 de la calle Unión. Y le encontraban para lo que sea. Como anécdota, contaré que una mañana cuando los autobuses salían cuatro al día en cada sentido, llego al despacho de billetes en Madrid, un hombre joven, de unos 20 años, y me pregunto por mi padre. Le respondí, que había ido hacer unos encargos que la gente del pueblo le habían pedido (ir a comprar medicinas, recoger radiografías, comprar repuestos industriales, etc.); y que en 15 minutos regresaría. El joven esperó pacientemente, y cuando apareció mí padre, se presento como hijo del señor fulano, para posteriormente pedirle dinero prestado, 500 pesetas, del año 1973, de forma que su padre se las pagaría al mío al llegar el autobús por la noche al pueblo, ya que el joven iba a poner una “conferencia” al pueblo para decírselo a su padre. Una vez que se fue dicho joven, le pregunte a mi padre sobre quién era, a lo que me contesto que no lo conocía ni al padre de este, pero que si eran del pueblo “de toda la vida”, serian buena gente. Le insistí, no sin antes decirle que me parecía un riesgo ese altruismo, que ¿y si no te lo devuelven?, contestándome “allá su conciencia y su ruin beneficio”. Me quede estupefacto dos veces. Una por la contestación, y otra cuando yendo yo de cobrador esa tarde en el último servicio de las ocho menos cuarto, al llegar al pueblo y arrancar el conductor para continuar a Galapagar llego corriendo un pequeño y humilde hombre que acercándose a la puerta delantera del bus le pregunto a Tomas “el chofer” –“no voy a subir, es por saber dónde está el jefe-, contestándole yo - ”mi padre va sentado atrás”-,respondiendo el hombre según tenia agarrado con su mano derecha el picaporte de la puerta manual del autobús -“ Pues chico, no quiero interrumpir más y dale a tu padre este dinero, y las gracias de mi parte, el sabe porque”. Recorrí el pasillo con el bus ya en marcha y se las di a mi padre que iba sentado en la parte trasera del va, y cuando le di el dinero me dijo- “ves tu, hijo”.
  • Las mujeres de la familia también han tenido un papel importante… ¿qué destacaría?
  • Por el repentino fallecimiento de mi abuelo Marcos, fue mi abuela la que se vio obligada a hacerse cargo de la continuidad de la Empresa. Más tarde, nuestra madre Conchita siguió esa labor a la que se dedicó con gran empeño. Era su complicidad con las mujeres, que siendo ella presidenta (de 1987 a 1999) motivó la incorporación de las mujeres a los puestos de históricamente de hombres, como es la conducción, y a lo que la legislación vigente denominó, de forma muy poco afortunada: sectores sobrerrepresentados. Pues bien la cuota del 5% que fijaba la ley, nosotros la cumplimos con creces llegando a trabajar 4 mujeres en una plantilla total de 43 conductores.

Y por otro lado, que puedo decir cuando de mis cinco hermanas mayores que han aprendido de nuestros padres la involucración y sentir la obligación de la continuidad de esta Empresa en la que las mujeres han puesto tanto trabajo y dedicación. Yo, que me he criado con una madre y cinco hermanas mayores, que hasta que se casaron, allá por los 70, se alternaban entre ellas la labor de cobradoras cuando iban a estudiar a la universidad a Madrid. Pero hay una, la mayor, que ha vivido y vive la empresa con la misma intensidad que lo hacían mis padres, hasta llegar a seguir cobrando físicamente los buses, si la necesidad lo demandaba, incluso después de casada. Cuando miramos a Sefuca el resto de hermanos y allegados, es como si estuviéramos viendo, en vida, el 50% de los rostros de nuestros padres, moralmente hablando.
  • ¿Están los ocho hermanos involucrados en el negocio? ¿Qué recuerda del primer momento en el que se hizo cargo del negocio…qué le interesaba más de este negocio?

Los hermanos formamos parte del Consejo, que mensualmente se reúne para gestionar el estado de la Empresa. En cuanto a mis recuerdos que puedo decir para no ser extenso, pero a su vez explicito desde mis inicios. Recuerdo con absoluto miedo, el día (era verano y por la tarde, a eso de las 8) que empecé a cobrar un autobús yo solo. Tenía 11 años, y no quería. Me daba pavor y ahí me lance- o mejor me lanzaron- a cobrar por mandato de una imperativa y aguda voz de quien conducía – mi padre- el Skoda, y según salíamos de Madrid, a la altura del actual clínica de la Zarzuela, empecé con mis pantalones cortos y con auténtico miedo a cobrar. Desde ese día, hasta que se instalaron en el año, 93 las expendedoras naranjas, no dejé de cobrar- todos los días para ir al Instituto de Villaba, que el sevico era nuestro-, como luego estudiar 5º de bachillerato en Madrid, para seguir haciéndolo ocasionalmente, según conducía una vez acabada la carrera en Somosaguas. Mis responsabilidades iban exigiendo más despacho y gerencia y menos volante, en especial desde que murió mi padre en 1986. Hasta esa fecha he conducido en el discrecional, tanto en el nacional- colegios especialmente-, como por el internacional, hasta que cambie hace 20 años, aproximadamente, mi asiento de conductor, por el de despacho por mi gerencia. Mi forma de entender la vida con la empresa, la familia me resulta de una gran RESPONSABILIDAD para intentar hacer lo que nuestros padres me enseño, en especial a mi hermano Antonio y a mí, que somos los que diariamente trabajamos en la Empresa. Por aquel entonces mi “misión” empresarial venia impuesta –como casi todo- por las limitados medios que en ese momento se daban, y no había más remedio que hacer más labores de conducción por la falta de recursos económicos para así cumplir tus obligaciones de concesionario, hasta el punto que-por ejemplo- nuestra madre cosía las butacas, cortinas y cabezales hasta, incluso, el mismo mes que se murió, allá por septiembre de 1999. Y la “visión” de la empresa, era muy sencilla de entender: mantener los puestos de trabajo, cumplir tus obligaciones concesionales y hacer más grande el legado de la Empresa y cuidando al unísono de la Familia. Tan fácil de entender como tan difícil de cumplir.

Ya empezamos, porque toca y la edad manda, a pensar en legado que queremos dejar. Todos pensamos en algo así como no perder nuestros valores de cercanía, vocación de servicio, atención al detalle, crecimiento de la empresa como promotor y desarrollo de nuestro entorno del cual necesariamente formamos parte y somos protagonistas, dando empleo, como así ha sido a muchos Torrelodonenses, entre otros.

Pensamos sinceramente, que entre todos hemos ayudado a Torrelodones en su crecimiento acercándoles a Madrid y demás pueblos de su entorno, y que en estos 100 años no nos hemos convertido en empresa capital riesgo ni la hemos vendido a ninguna multinacional, teniendo un crecimiento considerable en muy poco tiempo, sin perder el adjetivo de “familiar” (es decir, no es lo meramente económico lo único que nos mueve), incorporando tecnologías de la información, desarrollando la estructura, profesionalizando la gestión, generando negocio y ayudando a aumentar la calidad de vida de los ciudadanos de Torrelodones.
  • ¿Qué anécdotas destacaría de esta historia sobre ruedas...con la retrospectiva del día de hoy...? ¿Qué ha acompañado y qué ha cambiado la historia sobre ruedas?

Ha cambiado todo, sin perder los valores fundamentales que sustentan la Empresa, es decir, evidentemente una empresa tiene que amoldarse a las exigencias de unos mercados cada vez mas cambiantes y competitivos, sin embargo, no hemos querido perder una serie de valores muy difíciles de copiar, que se encuentran consuetudinados a lo largo de toda su historia, como son una calidad lo mas exquisita posible, con trayectoria de futuro (queremos “cumplir 100 años más”), cercanos a nuestros usuarios…, combinados con una rentabilidad obligada si queremos seguir sobreviviendo, dentro de un mercado muy atomizado, donde compites en costes con entidades pequeñas con estructuras que hacen dumping social, muchas veces bordeando la ley, y otras entidades (incluso multinacionales) que por diversificación o tamaño, se pueden permitir el lujo de ofrecer servicios por debajo de coste durante largo tiempo, ya que tienen estructuras que las soportan, pero que tanto por un lado como por el otro, no pueden competir con nosotros en calidad o profesionalidad, ya que dicho valor es difícil de comprarse o copiarse, dado que se “respira” desde dentro del entorno familiar, y se inculca a todos los estamentos de la Empresa.
  • La filosofía serendipity... ¿nos podría explicar…?

Os recomendaría que visitarais nuestra página web. Todo nace de que hace muchos años, allá por el 95, vi una peli en mi cine Alfhaville, que se llamaba Smoke, donde un soberbio Willian Hurt da vida a un estanquero, que todos los días y a la misma hora fotografiaba la esquina de su tienda, para “tan solo” retratar a las personas que por allí pasaban. Parecían las mismas fotos, pero no era así. Tan solo tenias que estar no anestesiado por la cotidianidad, para darte cuanta que cada foto era distinta a cada foto. Es una buena película y mejor novela (de Paul Auster) que ayuda a sobrevivir y tirar para adelante. En otras palabras, es la facultad de hacer grandes descubrimientos en situaciones donde menos se esperan, como por ejemplo en un viaje de línea en autobús. Independientemente de que se realice varias veces al día, ya sea por trabajo o por ocio, nos sorprenderíamos a nosotros mismos si simplemente nos fijáramos en pequeños detalles como por ejemplo, en el estado de ánimo en que van subiendo otros pasajeros, la cara de otros conductores de la vía, lo que aprenderíamos en ocasiones de otras personas que se sientan a nuestro lado si mantuviéramos una mínima conversación, los cambios del paisaje dependiendo de las estaciones del año… En esta familia por poner un ejemplo, la anterior generación a la actual, mi padre y mi madre, se conocieron en un viaje de línea cualquiera por los años 30. Ella iba a estudiar a Madrid hasta que estalló la guerra civil en un autobús que conducía un chofer llamado Julian de Castro. Así Conchita y Julián formaron un noviazgo y después de acabada la guerra más incivil de todas las guerras, se casaron en el año 41, para al año siguiente y así hasta el 59 formar un linaje de ocho hijos, y que gracias a Dios vivimos todos.
  • Si quisiera añadir algo más, siéntase libre para hacerlo…

Quisiera cerrar esta entrevista diciendo de algo que me pide el corazón y la razón. Estamos muy orgullosos de servir y atender el transporte a los viajeros de Torrelodones desde hace un SIGLO, que acaba ahora, al tiempo que empieza otro para seguir haciendo lo que hacían con absoluta dedicación y entrega mis abuelos y mis padres: tratar a los usuarios como viajeros. A los viajeros como clientes. Y a los clientes como amigos.

Muchas gracias.







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