Nuria cuenta que sus recuerdos de la infancia incluyen la imagen de su madre “siempre con un libro entre las manos” algo que le inquietaba, ya que le provocaba curiosidad saber qué era aquello que tenía a su madre “tan absorta”. Empezó a leer “todo lo que caía en manos de mi madre, que leía mucha filosofía, hasta uno de corte romántico” y defiende que todo escritor, se dedique a lo que se dedique, sale de ahí, de la lectura. “Sin lectura no puedes afrontar la escritura”.
¿Y por qué te decidiste por la poesía?
Para mi la poesía es casi una actitud, una mirada al mundo. Para escribir poesía tienes que hacer un trabajo de introspección, de contemplación u observación, de mirar al mundo con los ojos que hay debajo de los ojos, a través de esa mirada más profunda. Estar siempre con las ventanas de la mente muy abiertas para captar todo lo que la naturaleza y la vida misma te están ofreciendo para que tú puedas transmitirlo –a través de las manos– al lector.
¿Es muy distinto escribir poesía a otros estilos literarios?
Narrativa no he escrito nunca. Leo mucha poesía y mucho ensayo, pero la narrativa me cuesta mucho leerla. En cuanto al proceso de creación, depende mucho de cada uno. En mi caso, siempre tiene que ser algo que sensorialmente entre en mí, que a través de la mirada u alguno de los sentidos me atrape, me capture. Y a partir de ahí empiezo a dialogar con ese “algo” a través de un verso, que inicialmente puede ser tan solo el esbozo de una línea que escribo despertada por el asombro. Creo que ese es el quid, la capacidad que cada uno tiene de asombrarse. De este modo, a través del verso voy tirando del hilo y entro en un bucle de escritura hasta que de una manera casi mágica –porque la poesía tiene un lado muy mágico– va erigiéndose el poema, que no deja de ser aquello que te asombró y que quieres transmitir. En mi proceso creativo siempre tiene que haber algo que me capte. Soy muy ácrata escribiendo, puedo estar largo tiempo sin escribir, pero otras veces, entro de manera ascendente en a la escritura, la razón sea probablemente que tengo la atención más puesta en las cosas que me rodean. Aquí no hay horarios, “la vida manda”. El verso me puede pillar a cualquier hora y esa línea me adelanta en cualquier momento.
Se vende mucho narrativa, ensayo… y ¿qué pasa con la poesía?
Yo siempre he creído –aunque quisiera dejar de creerlo alguna mañana de estas– que la poesía es la hermanita pequeña de las artes, al igual que la danza. Escribo mucha crítica de danza y me doy cuenta poro la respuesta de los coreógrafos que hay ¡mucha necesidad de reseñar la danza, por su escasez. Como digo yo, son “las hermanitas pequeñas”, pero solo en número, porque son grandes grandes disciplinas artísticas para mí. Y además si lo pienso, danza y poesía, están completamente unidas. Van de la mano.
Puede que se venda menos poesía porque la gente tiene miedo a esa palabra, miedo a la palabra “poesía”, que no al propio poema. Hay que derribar ese muro del miedo y aventurarse, adentrarse en ella sin pensar si la vas a entender o no. Ser sensorialmente abierto. No deja de ser una píldora de belleza y tienes que abrir bien la boca para que te inunde de belleza el cuerpo. También es verdad que cada vez hay una inclinación mayor a la lectura de poesía, quizá no a través de los libros, aunque sí que creo que ha habido un ascenso en la compra de libros ese poesía, pero sobre todo a través de las redes sociales… aunque es verdad no me gustaría perder en ningún futuro el libro como objeto, esa “cosa” preciosa a la que puedes vuelves una y otra vez. Quiero pensar, y tengo esa esperanza, que los jóvenes, aunque sea a través de nuevos soportes tumben ese muro del miedo a la palabra “poesía” y se lancen a experimentar y a compartir sus emociones y sentimientos. Todo ello tendrá eco en el resto, ya que todos formamos parte de lo mismo, tenemos las mismas heridas, deseos y alegrías… somos casi un solo ser.
¿Nos recomiendas un libro de poesía para este Día del Libro?
Te puedo recomendar muchísimos, pero la primera que se me viene a la cabeza es la poesía de Anne Carson, publicada en Vaso Roto. Es un viaje maravilloso al lenguaje.
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