César Pérez de Tudela: “Una montaña de vida”

Es probablemente el alpinista español más conocido y, con sus más de treinta libros publicados y sus múltiples apariciones en radio y televisión, sin duda quien más ha contribuido a la divulgación del montañismo entre el gran público. Tenemos el privilegio de tenerle como vecino y, apasionado y gran comunicador, no escatima tiempo cuando se trata de compartir sus vivencias y su especial filosofía de vida.

Subes a las montañas para ver el paisaje y lo que ves es tu propio paisaje”, dice César, y los asistentes a la proyección “Una montaña de vida” que ofreció en Torreforum el 3 de septiembre (invitado por la asociación Tiempos Mejores) asienten, sin llegar quizá a comprender del todo el porqué de todo el sufrimiento que este alpinista asegura haber padecido en sus más de cincuenta años de escaladas por el mundo. “Me quedo impresionado de todo lo que se sufre en la vida, de todo lo que hemos sufrido. Así se alcanza la gloria”, y es que por algo a Pérez de Tudela se le ha llamado el “alpinista metafísico”. Le interesa la hondura de la montaña, cree en la ayuda permanente de Dios: “He vuelto del más allá”, comenta, quizá refiriéndose a los cinco días que estuvo perdido, sin comida, en las inmediaciones del Aconcagua, en Los Andes argentinos. Hace suyo el verso del poeta Hölderlin: “Allí donde está el peligro, nace también lo que salva” y es esta constante superación que impone la montaña lo que él percibe como algo grandioso, lo que hace del alpinismo una especie de disciplina sólo apta para poetas.

En la década de los sesenta y los setenta César Pérez de Tudela subió lo que en aquella época se consideraba las “escaladas más difíciles de la época”, como la cara norte del Eiger o la sureste del Piz Badile, ambas en Los Alpes, o su escalada invernal a la cara oeste del Naranjo de Bulnes (Picos de Europa). Pero, a pesar de lo excelente de su currículo alpinístico, no son tanto sus logros en la montaña lo que le ha llevado a la fama como su capacidad para contarlos y entusiasmar a varias generaciones. Él mismo se autodefie como “un caminante, un peregrino que quiere recorrer la tierra e indagar en el alma del hombre” y su escenario preferido para sus vivencias (muchas de ellas en solitario) son las montañas: la Pedriza, los Galayos, Riglos, Montserrat, Pirineos...

Tiene una cuenta pendiente: subir un ochomil, y son ya tres veces las que ha intentado el Everest: en 1990, cuando se vio envuelto en una tragedia y una operación de rescate; en 1992, que tuvo que abandonar por sufrir un infarto, y en abril de este año, cuando sus esperanzas se frustraron ante la prohibición de ascender impuesta por el gobierno chino. Dice que lo volverá a intentar la próxima primavera, de nuevo en compañía de su hijo Bruno, y cuando una asistente a la proyección le pregunta por su edad, prefiere no responder, retando a quien quiera comprobarlo que los músculos tienen la edad que les pone la mente y el alma.

Dirigirá la nueva Escuela Municipal de Escalada
César Pérez de Tudela le dará sin duda prestigio al nuevo proyecto municipal de crear una Escuela Municipal de Escalada. Quien será su futuro director asegura que lo tiene ya diseñado en la cabeza, si bien le falta todavía plasmarlo sobre el papel, y habla con entusiasmo de este nuevo proyecto, que será financiado por el Ayuntamiento de Torrelodones. Resumimos aquí (de una forma no literal) las claves de la futura Escuela de Escalada, que nos desveló como primicia durante una conversación telefónica:

• ¿En qué consistirá? Se creará una estructura (una especie de “acumulación de rocas”), cercana a las rocas naturales de Torrelodones, en la que se recrearán de la forma más natural posible los relieves de las rocas: chimeneas, diedros, fisuras, agarres...
• ¿Por qué no aprovechar las mismas rocas naturales? En general, las rutas de escalada de Torrelodones son difíciles, presentan mucha placa y poca posibilidad de practicar otras técnicas de escalada. El rocódromo ofrecerá la posibilidad de empezar por lo fácil.
• ¿Qué altura tendrá la estructura y dónde se construirá? No demasiada, unos cinco o seis metros, lo suficiente para poder practicar técnicas como el rápel y otros manejos de cuerda. El lugar todavía está por determinar, pero será cercano a las rocas y con buen acceso, para que puedan llegar los autobuses escolares.
• ¿Cuál será su finalidad? Será un rocódromo educacional, de iniciación. Estará dirigido a los colegios de la zona, para jóvenes de entre 12 y 17 años.
• ¿Para cuándo está previsto su inicio? No hay fechas todavía, pero espero ponerme a trabajar a fondo a mi vuelta de El Everest, la próxima primavera, para que pueda estar funcionando para el próximo año 2009.
• ¿No cree que sería preferible un rocódromo en un lugar cubierto y con desplomes, para que los ya escaladores de Torrelodones puedan entrenar? Eso es un proyecto paralelo que en nada se contradice ni incumbe al proyecto de Escuela de Escalada que yo voy a dirigir.
• ¿Quiénes serán los monitores de la Escuela? Podrían ser los propios jóvenes escaladores de Torrelodones, después obviamente de haber superado unas pruebas de nivel y conocimientos.
• ¿Habrá relación con la Federación Madrileña de Escalada? Sí que tendrá que haberla, no les vamos a mantener al margen. Yo mismo soy profesor de la Escuela de alta montaña de la Federación Española de Montañismo, así como titulado por el Consejo Superior de Deportes.
• ¿Qué beneficios cree que aporta la escalada a los niños y los jóvenes? Como deporte es importante, pero para mí tiene un interés relativo. El auténtico beneficio probado es su paralelismo con la vida: hay que ir superando las exigencias, igual que en la vida, superando las dificultades y buscando el camino hacia la cumbre.