José Miguel Palacio se define como artista en el amplio sentido de la palabra. “Voy en busca de crear grandes obras de arte”. Y lo hace tanto en escultura, como en fotografía, el audiovisual o la pintura, aunque es en esta última disciplina donde confiesa haber tenido más adeptos, sobre todo en su etapa actual hiperrealista. En sus recuerdos se visualiza pintando con su madre, cuando la radio era el medio de entretenimiento. “Mi madre se pasaba horas dibujando conmigo. Se le daba muy bien porque estaba acostumbrada a los patrones gracias a que estudió Corte y confección”. No recibió tanto apoyo por parte de su padre “que hubiera querido que fuera médico o abogado. Se llevó un disgusto cuando decidí entrar en la escuela de arte. Y no me arrepiento de nada”. José Miguel se quedó huérfano a los 16 años y desde entonces empezó a ahorrar para pagarse sus estudios en Zaragoza. A los 18 vende su primer cuadro a “un desconocido”. Es cuando José Miguel se da cuenta de que podría ser alguien, aunque nunca ha tenido claro que fuera a vivir del arte, sino para el arte. “Esto es una carrera muy dura. Cada día tengo que enfrentarme con la obra”. Toda su energía se la dedica a sus cuadros, y se confiesa su mayor admirador. “Pinto para mí; por eso me exijo tanto”.
EtapasLa casa de José Miguel Palacio es como un museo de arte. Según subes pisos se perfila la obra y vas conociendo las etapas por las que ha pasado el artista.
Empieza con el movimiento expresionista una vez que termina sus estudios en la Escuela de arte, allá por el año 77. “Pintaba cosas más elementales. Es en el 78 cuando me adentro en el mundo surrealista”. Las pajaritas de papel fueron un símbolo de identidad durante años. José Miguel las pintaba y las esculturizaba, porque “el papel da la oportunidad de trabajar los pliegos y las sombras que durante un tiempo me interesaron mucho”.
Estuvo en el surrealismo durante 25 años. Según Palacio, “aunque la filosofía de mi obra era surrealista, el tratamiento era muy elaborado”, y es que en la obra
surrealista, a parte del hecho de pintar en sí, conlleva un trabajo más intelectual a la hora de organizar el espacio y sus elementos”. Se trata de crear algo que no existe, que tú no puedes ver, y además tiene que llevar un mensaje filosófico. Es en 1998 cuando Palacio se da cuenta de que el surrealismo “no es cierto”. Estábamos en unos momentos en los que el mundo no necesitaba de mensajes filosóficos, y empecé a cambiar en la temática y la filosofía de mi obra”.
Durante el periodo 1999-2002, el artista empezó a vivir un momento de crisis. “Empecé a pintar para conseguir el aplauso fácil. Pintaba a mi familia y a todo el mundo le gustaba”. Poco a poco sus obras han ido derivando al trabajo minucioso del hiperrealismo de hoy. Le empezaron a interesar los paisajes urbanos y la globalización de las ciudades. Ya son 13 años los que José Miguel lleva en el mundo hiperrealista y confiesa que se encuentra en el “culmen” de su carrera. “En esta etapa me encuentro muy bien posicionado. Soy el pintor de Madrid que pinta escenas urbanas; y en eso me diferencio de otros muchos pintores”.
La Gran Vía en TorreJosé Miguel Palacio es un enamorado de Madrid. Pasa días enteros recorriéndose sus calles y buscando escenarios. La capital es su inspiración y cuando encuentra un paisaje que le gusta, lo fotografía para su próxima obra. Quiere ser un reportero del momento en el que vive, y por eso en sus obras se vislumbra una forma de vivir. “Así cuando pasen los años se sabrá de qué época trata esta obra”.
De entre todas las calles de Madrid, la Gran Vía protagoniza varias de sus obras. En concreto, su cuadro titulado Gran Vía desde Plaza de Callao al edificio de Telefónica, es actualmente su obra estrella y ocupa en su archivo el puesto 405. Es un óleo sobre lienzo de dimensiones 130 x 195 centímetros y ha tardado nada menos que un año en completarlo. Después de este cuadro, José Miguel ha pintado dos más.
Un aragonés torresanoAunque nació en Zaragoza hace 62 años, José Miguel y su familia se sienten torresanos, pues ya son 25 los que llevan afincados en el pueblo. De momento no vemos Torrelodones en sus obras pero sí contamos con la huella de Palacio en Torrelodones. En concreto, el 16 de julio de 2004 se inauguró en la glorieta frente al Hospital Madrid, una escultura del artista en la que trabajaron cerca de cien personas. Se titula La Verbena, y se trata de la representación en bronce de una pareja de baile en homenaje a la ancestral verbena de las fiestas populares del municipio, tratada bajo unos parámetros papirofléxicos, característicos del autor.
Pero José Miguel Palacio quiere dar un paso más, y aunque sus proyectos más próximos viajen al extranjero con temas de la aviación y la alta velocidad, en un futuro no muy lejano el artista dejará aquí su legado. Y lo hará creando una fundación con su nombre, no solo como contenedora de su obra, sino como programa expositivo en el que participarán otros artistas.
Huellas UrbanasAsí se titula la exposición de José Miguel Palacio que se muestra en Torrelodones hasta el 9 de junio con motivo del 25 aniversario de la Casa de Cultura. Un total de 39 obras pictóricas en diferentes tamaños, enmarcadas dentro del hiperrealismo, que nos adentran en la metrópolis de Madrid: en la Gran Vía desde la Plaza de Callao, el Paseo de la Castellana, la Esquina del Bernabéu, nos alza la mirada ante la Torre Picasso y nos da la oportunidad de subirnos al tren, de los de ahora, “que no los que echan humo”, y de salir volando desde la T-4 de Barajas. Se trata de la primera retrospectiva en España que el pintor hace de su obra urbana, desde su primer cuadro localizado en la capital, que data de 2005, hasta el último, finalizado el pasado mes de enero, en todos ellos, con Madrid como símbolo indiscutible de la modernidad. La exposición ha conseguido reunir los mejores cuadros del artista, seleccionados cuidadosamente por él mismo, y procedentes, algunos de ellos, de instituciones públicas y colecciones privadas. Para José Miguel Palacio exponer en Torrelodones es motivo de emoción, pues le proporcionará la cercanía que ansiaba con el pueblo y los vecinos. “Me gustaría ser un embajador de Torrelodones en todas mis idas y venidas por el mundo”.