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Testimonio de una época

Monumentos torresanos memoria de grandes monarcas (I).

miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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Torrelodones en un grabado del siglo XVII, obra de Pier Maria Baldi y conservado en la Biblioteca Laurenciana de Florencia (realizado durante el viaje que realizó Cosme de Médicis
a España y Portugal entre 1668 y 1669)
Torrelodones en un grabado del siglo XVII, obra de Pier Maria Baldi y conservado en la Biblioteca Laurenciana de Florencia (realizado durante el viaje que realizó Cosme de Médicis a España y Portugal entre 1668 y 1669)
Torrelodones nunca se caracterizó por poseer unas tierras adecuadas para que sus habitantes se dedicaran a faenas agrícolas provechosas. Las técnicas eran muy rudimentarias, porque lo accidentado del terreno impedía introducir ciertos medios. Muchos campesinos vivían en la pobreza.
Asimismo, los estragos que provocaba la caza, que invadía las tierras por la proximidad del Monte del Pardo, y la disposición originaria de nuestra localidad, con las casas paralelas a la Carretera de Castilla (o Camino de Valladolid), empujó a muchos vecinos a dedicarse al negocio de las posadas, al estar a medio camino del Real Sitio del Escorial, por lo que Torrelodones llegó a ser uno de los pueblos más pujantes de Madrid en esta actividad; de las 170 posadas que poseía Madrid en 1752, según el Catastro de Ensenada, 14 correspondían a nuestro pueblo.
Es en esta coyuntura donde varios reyes tuvieron contacto con nuestro término, con mayor o menor intensidad, y que vamos a ir viendo cronológicamente.

El hijo de Felipe I “el hermoso” y Juana “la loca”, y nieto de los Reyes Católicos, es nombrado heredero por Fernando V de Aragón, ya viudo de Isabel I de Castilla. Ante la imposibilidad de que Juana se hiciera cargo de las tareas de gobierno a la muerte de su marido (Felipe), sube al trono en enero de 1516, un año después de ser declarado mayor de edad. Sus sucesivos viajes a Flandes –de donde había sido gobernador en 1515– e Italia le obligan a permanecer poco tiempo en nuestras tierras, la mayor parte de las veces con la intención de convocar las Cortes de los respectivos territorios para recabar ayuda para sus empresas europeas.
Su primera estancia discurrió entre 1517 y 1520, a la que sucedió otra más prolongada de 1522 a 1529. En ambas convocó las Cortes de Castilla en Valladolid –capital del reino bajo su corona– sucesivamente en 1518 y 1523-24.
La siguiente ocasión en que convocó las Cortes tuvo lugar en 1525, teniendo como sede la ciudad imperial de Toledo. Desde allí se marchó a Segovia y, por lo que se sabe (tomando como referente el libro publicado en 1992 de Cadenas y Vicent, Diario del emperador Carlos V), realizó un periplo por el que muy bien podría haber hollado suelo de nuestro municipio:
El 2 de Septiembre, saliendo de Brunete, almorzó en Valdemorillo para llegar al acabar la jornada a Guadarrama.
El día 3, partiendo de Guadarrama, llegó a Riofrío. Entre el día 4 y el 6 disfrutó de una cacería en el monte de Riofrío (a lo que era muy aficionado el Emperador). El día 7 llegó a Segovia donde pernoctó.

Su posterior permanencia en España tuvo lugar entre abril de 1533 y el mismo mes de 1535. De ella tenemos también testimonio que nos hace pensar en su paso por Torrelodones. Según nuestro cronista don José de Vicente, por entonces nuestro pueblo tenía 25 vecinos, es decir, unos cien habitantes. Estuvo en Madrid hasta el día 25 de mayo de 1534, de donde salió para El Pardo, donde pernoctó el 26. El día 27 se desplazó hasta Galapagar donde hizo noche, para trasladarse a los montes de Segovia el 28 y entrar en la ciudad de este nombre el 29 de mayo de 1534.
No ocurrió lo mismo en su siguiente tránsito por nuestras tierras, acontecido entre diciembre de 1536 y la primavera de 1538. En cambio sí volvió a atravesar nuestros campos en la quinta ocasión en que vino a España, entre julio de 1538 y noviembre de 1539. Justo en los postreros días de la misma; el 11 de noviembre viajó de Madrid a Galapagar, donde pasó la noche, para llegar a los montes de Segovia el día 12, y el 13 a dicha ciudad castellana.
Antes de retirarse definitivamente a Yuste, en 1556, agotado en su esfuerzo de guiar tan vasto imperio, recaló otra vez en tierras ibéricas entre el mes de noviembre de 1541 y el de mayo de 1543, aunque en esta ocasión hay menos certidumbre de que pudiera haber pasado por Torrelodones. En el periplo en cuestión se desplazó de Buitrago hasta Segovia, pasando por El Paular, a mediados del mes de enero de 1542.
Salvo en esta última, en las demás ocasiones pudo haber hecho noche en la majestuosa atalaya árabe de nuestro pueblo –por tanto, con una estructura diferente a la actual–, o sólo contemplarla en la distancia como símbolo del mismo, dominando desde su alto todo el entorno, al menos desde 400 años antes.
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