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REPORTAJE

El cementerio antiguo de Las Rozas: un remanso de paz y silencio en medio de la A-6
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El cementerio antiguo de Las Rozas: un remanso de paz y silencio en medio de la A-6

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Pequeñito y en silencio, el cementerio antiguo de Las Rozas recoge el dolor y los recuerdos de las familias de la localidad aislado entre la Vía de Servicio y la A-6. Ubicado en el kilómetro 18 de la autovía, sus muros de 50 metros de ancho delimitan una parcela perfectamente cuadrada en cuyo interior descansan los familiares de “los apellidos de los roceños de siempre”: los Bravo, Cuadrado, Lázaro, Tirado…

En el Cementerio Antiguo de Las Rozas hay 302 sepulturas catalogadas. Los vecinos no se olvidan de él y las tumbas tienen flores frescas de quienes continúan visitando y recordando a sus seres queridos. Es el caso, entre otros, de las hermanas Ana María y María Isabel, que no olvidan a sus padres y abuelos y que visitan periódicamente el camposanto. Arreglan las plantas, el entorno de la sepultura… y recuerdan, entre otras cosas, que se trata de un lugar que tiene mucha historia en el municipio.

Y es que no es para menos, teniendo en cuenta que las edificaciones de Las Rozas quedaron prácticamente destruidas con la Guerra Civil y que este cementerio, construido entre 1900 y 1910, es de las pocas cosas que perduran de antes de esa época. Debido a su antigüedad y por lo que representa, ha sido incluido en el Borrador del Catálogo de Espacios Protegidos de Las Rozas.

Al lugar se accede desde la salida de lo que es el centro urbano de Las Rozas, por un camino casi imperceptible para quienes no conozcan la zona y no vayan expresamente allí, a la izquierda nada más pasar la rotonda y el puente bajo la A-6, antes de llegar a la Vía de Servicio en dirección Villalba.

El espacio ha ido poco a poco quedando reducido y mordido por las ampliaciones de la autovía y el zumbido diario y permanente de los motores de los vehículos que circulan a gran velocidad por la autopista. Pero una vez se llega allí, la sensación de quienes lo visitan, teniendo en cuenta que los descansan allí son seres queridos, hace olvidar todo lo que hay alrededor. Suelo de tierra, flores, algunos árboles y las paredes lo protegen de la frenética actividad que no cesa a su alrededor, en donde alejadas, pero cerca, hay viviendas, oficinas, centros educativos y dentro de poco, una nueva zona comercial.

El encargado del camposanto desde hace 25 años, Ángel Esteban, explica que el terreno sobre el que se se asienta fue donado por la familia Riaza, que tiene un panteón allí. Indica que a las tumbas catalogadas habría que añadir “alguna más” porque algunas estaban en tierra y “han desaparecido”. En lo que se refiere a fechas, relata que la más antigua es de 1906, aunque lo que “no está claro” es si se corresponde con la de alguien que fue enterrado directamente en el lugar o de si sus restos fueron trasladados desde el cementerio que había anteriormente en Las Rozas, que se ubicaba en el barrio donde hoy se encuentra el Parque de San Miguel.

Del tranquilo espacio, los actuales muros datan de 1985. Entre quienes están allí dicen que reposan los restos de una amante que tuvo un general de Franco y los de la escultora, poetisa, ilustradora y artista Marga Gil Roësset, nombrada hija adoptiva de Las Rozas, aunque de esta última “no sabemos cuál es su tumba por que se suicidó”, recuerda el responsable del lugar.

El Cementerio está gestionado por el Ayuntamiento, y en él “se puede seguir enterrando”, aunque la actividad es baja, del orden de “dos, tres, cuatro o ningún” acto anual. “También se dan casos de vecinos que son trasladados desde el cementerio nuevo a este o al revés. Las tumbas que hay tienen titularidad desde 1957, y ya no se pueden adquirir. Antes de esa fecha, se enterraba sin papeles ni nada. Después, tenían que pasar por el Ayuntamiento y les daban el título de propiedad, que era de por vida. Ahora, hay que presentar papeles de herederos. En cambio, cuando se produce un deceso, para quienes desean descansar en el cementerio nuevo, la propiedad es para 50 o 100 años”, detalla Esteban.

En el recuerdo del Cementerio Antiguo, además de sus vecinos, no hay sucesos o casos que destacar. Tan solo que en 2006 excavaron en una de las tumbas para “buscar” restos óseos “y no los encontraron porque estaba vacía, al haber sido trasladados hace años al Cementerio Nuevo. Además, hace años, también robaron cuatro crucifijos de las sepulturas más grandes”.

Tanto el interior, como el exterior de camposanto son tranquilos… por lo menos desde que cambió el entorno a raíz de la ampliación de las carreteras que lo rodean. “Antes hacían graffitis en los muros. Ahora los tenemos limpios. Sin embargo, hacen botellón, pero el interior lo respetan. No hemos detectado que hayan entrado”, puntualiza el encargado.

El cementerio nuevo

Como contraste, y en lo que se refiere al cementerio nuevo, nada tiene que ver su actividad con la del Antiguo. Abrió sus puertas en 1970, junto a lo que antes se conocía como Cuesta Mataborricos, ahora avenida Virgen del Retamar, donde también se encuentra el Tanatorio. Además de enterramientos tradicionales en suelo, también hay nichos y columbarios. “En la actualidad, más de un 60 por ciento de la actividad que hay tiene que ver con incineraciones, que se depositan en columbarios, aunque también en el cementerio antiguo se pueden depositar lo restos incinerados”, explica Ángel Esteban.

En comparación con el de la A-6, el Cementerio Nuevo, evidentemente, cuenta con más sepulturas. Hasta el momento hay registradas 1.062, 1.568 nichos y 582 columbarios. Sobre los horarios, el primero abre los jueves y domingos desde las 9.30 hasta las 17.30 horas; el segundo se puede visitar todos los días del año, desde las 9.00 hasta las 18.00 horas.

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