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¿Furtivos en Torrelodones?

Fotografía cedida por Javier Sánchez-Rubio
Fotografía cedida por Javier Sánchez-Rubio
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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El pasado 8 de octubre se abrió oficialmente la temporada de caza en la Comunidad de Madrid para caza menor y mayor. En el caso de la caza mayor -ciervo, gamo, muflón y jabalí- la temporada se extenderá hasta el 21 de febrero. Es un buen momento para hablar de la caza, de la riqueza de la fauna en el entorno natural de Torrelodones y, también de prácticas, como el furtivismo, que aunque van perdiendo fuerza en esta sociedad cada vez más urbana, siguen dándose en la Sierra de Madrid. Sí, también en Torrelodones.
“Este no es un pueblo de caza pero sí lo fue. Hubo generaciones de cazadores pero se interrumpió porque los hijos no siguieron los pasos de sus padres y porque la vida ha cambiado mucho”, nos explica Manuel Carrero, capataz de Medio Ambiente de Torrelodones. “Antes se cazaba en el Monte de los Ángeles, en los Peñascales, la zona Homogénea Sur era un coto libre… se cazaban todo tipo de especies”, rememora.

En la actualidad, ya sólo existen unos pocos cotos de caza en Torrelodones, la mayor parte han caído en desuso. Aún se utiliza por ejemplo, explica Carrero, la finca del Gasco, cuya propietaria, que no vive en Madrid, alquila a los cazadores de la zona. En el Monte de los Ángeles, que también fue coto de caza en su época, ya no está permitido. Aunque aún se pueden ver las tablillas que lo identifican como coto de caza “no se ha renovado la licencia y no se puede cazar”. También es Coto Cantos Negros, nos indica, pero “no se usa”.

La riqueza de la fauna hace que nos llevemos algunas sorpresas. Cualquier vecino sabe, porque se han convertido en todo un problema en los últimos años, que hay bastantes jabalíes. “Hay una plaga”, asegura Manuel Carrero, “pero no se pueden cazar”. La razón no es otra que el hecho de que estos animales se encuentren, habitualmente, en zonas cercanas a las viviendas, donde por razones evidentes no se pueden realizar estas actividades. Y aquí nos encontramos, a pesar de los 'descastes' que la Comunidad de Madrid autoriza en momentos concretos para controlar la población de jabalíes en algunas zonas, con las primeras prácticas en Torrelodones de lo que se denomina furtiveo, o caza ilegal. “Los jabalíes solo está permitido cazarlos al salto, los lazos están prohibidos, pero sabemos que hay quienes los están poniendo”, asegura el capataz de Medio Ambiente. También se han detectado, en zonas naturales del entorno de Torrelodones, lo que se denominan cebaderos ilegales para los jabalíes, puestos por los furtivos para habituar a los animales a acudir allí a comer y, después, darles caza.

Pero no sólo hay jabalíes en Torrelodones, también otras especies que están, en algunos casos muy protegidas: nos hablan de que se pueden encontrar jinetas en el Monte de los Ángeles, gatos monteses por la zona del Canto del Pico, zorros en Los Peñascales, algunas especies en entornos acuáticos como visones americanos... la variedad es enorme, sin contar con especies más comunes como conejos, perdices...

¿Furtivos?
Siempre que pensamos en prácticas de caza furtiva, nuestra imaginación suele irse a otros lugares de España en los que estas artes ilegales están más extendidas. Seguramente les venga a la mente Andalucía, o Extremadura, pero también aquí, en la Comunidad de Madrid, se dan casos. De hecho, hace unos días los agentes forestales de la Comunidad de Madrid mostraron, en una exposición, el resultado de sus intervenciones contra este tipo de actividades desde que comenzó 2013: 356 trampas de caza ilegal incautadas y hasta 27 denuncias por empleo de artes ilícitas.

En el caso de Torrelodones, reconoce Carrero, “hace unos años había más”. En algunos casos, van buscando, asegura, trofeos, como cornamentas de ciervos o los colmillos de jabalíes, aunque las prácticas furtivas se dan sobre todo tipo de especies. Pone algunos ejemplos de actuaciones realizadas aquí, en Torrelodones: “En una ocasión cogimos a un vecino cazando jabalíes en Los Peñascales”, recuerda, con el peligro que suponía esta actividad en una zona habitada: “las balas pueden rebotar y matar a alguien”. Este mismo verano, asegura, han tenido que enterrar a varios jabalíes abatidos por disparos y que han encontrado también cebaderos ilegales. “Son bidones llenos de maíz con una abertura y atados a un árbol con un alambre de acero. Los jabalíes lo huelen y al moverlos sale el maíz”. Pero hay cosas más preocupantes: “en el Área Homogénea Norte se encontraron flechas clavadas en los árboles”, asegura el capataz, de caza con ballesta.

En cualquier caso, no estamos hablando, nos aseguran desde el Cuerpo de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid, de una práctica habitual ni muy extendida en la región. “No tenemos un furtiveo masivo y generalizado. De hecho, en lo que va de año hemos cogido 356 trampas en toda la Comunidad de Madrid, con seis millones de habitantes. Es muy poco volumen. Hay comunidades con menos población que tienen muchas más incautaciones”, asegura Javier, agente forestal y jefe de comarca, que prefiere no facilitar su apellido ni la zona en la que trabaja por razones de seguridad.
“Madrid es una sociedad urbana y se nota, los urbanitas no practican este tipo de artes”, señala Javier. Pero de todo hay, incluso en actividades que, de entrada, nos podrían parecer hasta inocuas. “Tenemos un problema con la pesca”, explica, relacionada con los ciudadanos extranjeros. “En los países del Este son muy aficionados a la pesca, no hace falta licencia. Aquí no lo sabían y hasta que los hemos ido educando... se les hacen recorridos por el río, se les da un folleto informativo, se les avisa... ha descendido mucho el tema de la pesca sin licencia, a través de nuestra presencia no sólo disuasoria como Policía de Medio Ambiente sino a través de la labor educativa e informativa”.

Es algo que corrobora, en el caso de Torrelodones, Manuel Carrero. “Han ido desapareciendo todos los peces y especies que poblaban ríos, embalses, lagos... Yo iba mucho a Parquelagos, practico la pesca sin muerte, y allí no queda nada, ni los patos ni los gansos”. Otra zona de pesca habitual es el embalse de Peñascales, “pero el Ayuntamiento tiene que regular los permisos, estamos vigilando que así sea porque si no en dos años no va a quedar nada”. Hasta este punto estas prácticas ilegales pueden resultar un problema para el entorno natural.

Los métodos que utilizan los furtivos son variados y, para muestra, un botón: entre lo incautado este año por los agentes forestales había 186 lazos, 62 cepos para pequeñas aves tipo ballesta, 24 cepos para zorros, conejos y otros pequeños mamíferos, 14 jaulas trampa para predadores, 16 jaulas como reclamo para captura de fringílidos, seis redes para captura de pequeñas aves, 45 capillos para la caza de conejo con hurón, tres cebaderos para la caza de jabalíes y diverso material para la captura de pequeñas aves con sustancias pegajosas.

Eso sin contar con otro tipo de 'furtivos' más experimentados, los que van a por las piezas más grandes, como corzos o ciervos. “Son muy profesionales y es muy complicado interceptarles. Llevan visores nocturnos, faros, rifles de precisión -de los de un solo tiro-, con silenciador -conocido en el argot de los furtivos como 'chupete-”. Es muy difícil interceptarlos, asegura Javier. Normalmente cuando los forestales llegan se encuentran con el cuerpo del animal decapitado ya que se llevan el trofeo, “la cornamenta”, y dejan el resto. “Adivinar cuándo va a venir este tipo de furtivo es muy complicado”. Este tipo de prácticas también se dan en la zona, sobre todo en las inmediaciones del Monte del Pardo. “Allí, en la valla del Pardo, hace dos años cogieron a cinco furtivos con un corzo”, explica Javier. En los últimos meses, además, hemos sabido de otras denuncias en la zona por la detección de este tipo de furtivos, coincidiendo con la berrea -periodo de celo- de los ciervos.

Penas
El uso de trampas para la caza ilegal está tipificado como delito grave en la ley 2/91 de Protección de Fauna Silvestre de la Comunidad de Madrid. Su tenencia supone un delito leve -con multa de 60 a 600 euros- pero, si se ha capturado alguna especie catalogada en peligro de extinción o vulnerable el delito es grave y puede implicar una multa de 6.000 a 60.000 euros e incluso penas de cárcel. “Si van por la noche con silenciador, rifle de precisión, foco, visor nocturno, en un coto de caza y han abatido la pieza, se les imputa como delito contra la fauna. Por cazar especies amenazadas, la pena de prisión puede ser de 4 meses a dos años de cárcel, así como la inhabilitación especial para ejercicio de la caza por dos a cuatro años”. Eso sin contar con la incautación de todo el material que lleven para la práctica de estas artes, trampas o incluso armas “aunque tengan sus licencias de armas, si se están utilizando para una actividad de furtiveo se retiran y se depositan en la intervención de armas de la Guardia Civil”, señala Javier.

Este veterano agente forestal se resiste a calificar de “cazadores” a quienes realizan este tipo de prácticas. “No son cazadores, son furtivos”, remacha, y recuerda que los agentes forestales tienen en los otros cazadores, los legales, unos importantes aliados en su batalla contra las prácticas ilegales. “El colectivo de cazadores colabora mucho con los forestales, porque ellos son los primeros afectados, pagan sus cotos, licencias y tasas... así que son los primeros en dar la voz de alerta”. Eso sí, reconoce que ahora, con la apertura de la veda, estas actividades descienden bastante. “Hay repuntes de furtivismo más cuando está cerrada la veda, porque ellos saben que cuando es temporada hay más gente en el campo, tienen mucha gente que está vigilando. Fuera de temporada tienen menos testigos”.

Colaboración ciudadana
Seguro que a lo largo de estas líneas le ha surgido la misma pregunta que nos surgió a nosotros al elaborar este reportaje: ¿qué podemos hacer si detectamos una actividad sospechosa relacionada con la caza ilegal? “Cuando se localice cualquier tipo de artes ilegales o, aunque el ciudadano no tenga conocimiento en la materia, le parezca una situación extraña, lo mejor es que nos avisen en el teléfono central del Cuerpo de Agentes Forestales, que es el 900 18 16 28 y nos digan dónde están. Enseguida se va a mandar una patrulla para personarse en la zona”, explica Javier. Eso sí, este agente forestal recomienda al ciudadano que no se enfrente a los furtivos, en ningún caso, si los pilla in fraganti. “Que no intervengan, lo mejor es que se retiren a una zona segura y nos llamen. Lo otro es meterse en un jaleo”. Por cierto, no sólo si ven trampas. Nos ha contado gente que pasa habitualmente por el campo que, si en una zona huelen a zotal o gasoil, es bastante probable que sea uno de los lugares elegidos por los furtivos para obtener sus piezas, porque los animales acuden a estos olores. No estaría de más también informar de este tipo de sucesos.
“La colaboración ciudadana es muy importante en estos casos. Somos 230 agentes forestales, pero son muchos miles de madrileños los que salen a pasear por el campo. Cuando vean estas cosas, que nos llamen que nosotros tenemos un servicio de 24 horas todos los días del año para atenderles”. Y no quiere dejar de recordar a los ciudadanos que denunciar estas actividades, además, ayuda también a proteger la fauna madrileña porque, asegura Javier, “hay artes, como las ballestas o los lazos, que hacen mucho daño”.
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