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Papá, Mamá...qué os ha hecho ese señor?

Papá, Mamá...qué os ha hecho ese señor?
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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Sergio tiene 10 años, y como todos los domingos cada 15 días, acude con sus padres al estadio para ver jugar a su equipo. Sin lugar a dudas en lo que lleva de corta vida, es lo que más le gusta del mundo. Más aún que los caramelos de fresa, las natillas de su abuela y ese juguete que dispara bolas de plastilina y hace un ruido ensordecedor.

Ataviado con los colores de su equipo, Sergio vive los momentos previos con gran expectación. Mira y escucha con atención todo lo que a su alrededor acontece y una sonrisa de felicidad ilumina su cara.

A Sergio no le falta de nada, ha tenido la suerte de crecer en una familia de clase media-alta, lo que le ha facilitado una buena educación y no le ha privado de todo lo que ha necesitado. Sus padres un ingeniero y una abogada, han sabido darle todas las comodidades para su bienestar.

Tras pasar el torno de entrada, Sergio vislumbra el terreno de juego. Esta tan verde como lo vio el último día que allí estuvo. En frente los banquillos, y saliendo por los vestuarios su equipo. Emocionado, comienza a aplaudir y jalear a los suyos. No hay mucha gente, así que encontrar un hueco para sentarse es fácil. Comienza el partido y Sergio sigue tan feliz como entró. Mira ambos lados, se siente arropado por sus padres, eso padres que nunca le han fallado y que siempre han dado y darán todo por él.

Por su corta edad, Sergio no entiende mucho de fútbol. No sabe que es una basculación, una presión, un desmarque o un achique, pero no le hace falta saberlo. Sergio disfruta del ambiente, del colorido, del sonido... del fútbol.

Al pequeño Sergio le cambia la cara, su sonrisa se transforma en una mueca de extrañeza y desagrado. Mira atónito a su padre, sin entender muy bien que pasa. Él está de pie, encolerizado, gritando como un poseso, y haciendo gestos que en su vida cotidiana no había visto. A su otro lado, su madre tiene la misma actitud, sus gestos son menos bruscos, pero sus gritos más agudos. Sergio se mantiene en su silla, sentado sin saber qué hacer o qué decir. Ha dejado de dar palmas, de cantar el himno de su equipo, de decir ese “bien chicos” que tan profundo le sale. Mira a su alrededor y se asusta, esos no son sus padres, esas no son las personas que día a día conviven con él, no les reconoce y se echa a llorar. Piensa que ha hecho algo mal, porque solo ve una actitud tímidamente semejante cuando ha hecho algo mal y por eso llora...se siente culpable del comportamiento de sus padres.

Su llanto es tan fuerte que sus padres se preocupan e intentan hacer que el pequeño Sergio se calme. Una vez pasado el mal trago, Sergio explica el porqué de su rabieta. Sus padres, con voz calmada y suave, le hacen ver que él no ha hecho nada, que no es el culpable de esa situación y que no tiene porque preocuparse. Sergio les mira, con esos ojos claros y cristalinos, con la mirada dulce y entrañable que solo los niños tienen y que jamás se debería perder y les pregunta...

“Entonces, Papá, Mamá...qué os ha hecho ese señor? Si ese señor os ha hecho algo tan malo como para poneros así, no quiero venir más al estadio”.

Un niño renunciaría a lo que más le gusta sólo porque los suyos no sufran...no les hagamos sufrir nosotros con nuestro comportamiento en los estadios.

El deporte es salud y alegría, no lo convirtamos en un campo de batalla en el que desahogarnos y dar rienda suelta a nuestras frustraciones. ¡Los chavales sólo quieren divertirse!

Fútbol Club Torrelodones
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