Flamenco: crónica de un éxito anunciado
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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El mismo mes en que la Unesco ha declarado el Flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, dando el sí esta vez al arte jondo, en Torrelodones se ha desarrollado el Festival de Flamenco que, bajo la organización de Juan Verdú, ha vuelto a reunir a algunas de las estrellas más relevantes del panorama del baile y del cante flamenco.
Público de toda la Comunidad de Madrid y provincias aledañas acudieron a un festival que cuenta ya con la solidez que le otorga una calidad que se repite en su séptima edición. Levantó el telón un humilde Enrique Morente dejando claro su grandeza por ser un respetuoso renovador de este arte y embajador del cante flamenco por todo el mundo; le siguió La Moneta, una pura sangre de pasión y autenticidad que nos estremeció la retina con la finura especial de su baile racial, flamenquería extraordinaria con retazos de escuela sacromontana; concluyó Miguel Poveda, la sabiduría cantaora que desde Cataluña ha conquistado los escenarios del mundo por hacer nuevo lo que ya se ha cantado.
El granaíno del Albaicín, Enrique Morente, con todos los premios posibles a sus espaldas; identificado como uno de los máximos responsables de la renovación del cante por abrir sendas desconocidas en momentos muy tempranos; profundo conocedor de la poesía así como el mejor adaptador al flamenco de poemas cultos, abrió el festival con su espectáculo “El barbero de Picasso”, en el que Morente descubre al Picasso poeta, poniendo voz a varios de los poemas escritos por el pintor universal en los que evoca los recuerdos que tiene de su Málaga natal, con una rotura de voz tan limpia y clara que desmienten sus 68 años. Cantos mántricos a pelo con golpes de tono de media faringe que se solapan unos con otros al agotarse, iniciaron el recital. Una acertadísima combinación de palmas sordas y sonoras, una mesa receptora de golpes de nudillos simples y múltiples, una batería dando un toque contemporáneo a lo hondo. Entre piezas, Morente templa una voz que luego entona con un desgarro no roto que gira de mil maneras con calidez, temple y precisión, permitiendo al público entenderle dentro del aplomo y tranquilidad que fluyen de su garganta.
Fuensanta La Moneta, en silencio, como una estatua de hielo que luego abrasa, comienza su baile al cante de Enrique “El Extremeño”, escuchando la música antes de actuar y respondiendo a la guitarra. Baile racial tradicional actualizado en una sucesión de piezas de raíces jondas en las que la bailaora echó toda su casta en el escenario, fabricando mil poses por minuto, poniéndole una cara distinta a cada una, buscando la estampa de Lola Flores y el aire de las viejas bailaoras granadinas. Un baile muy gitano de un cuerpo latiendo que se mostró en toda su plenitud con cortes de gran regusto, torsiones de cintura y un movimiento imposible e hipnotizante de manos hacía dentro; tan hipnotizante como sus ojos. La Moneta apunta con una profunda y enérgica mirada, que desarma al público, en la que se concentra la tensión artística de quien ha nacido para bailar. A veces, baila en silencio, haciendo música con los tacones o arrastrando las puntas o con su solo braceo, desgarrando el ambiente. Y después de la tensión introspectiva llega el arrebato, el taconeo preciso sobrado de compás y sentimiento, que parece que tiene mucho de improvisado pero está perfectamente ajustado porque a su fuerza, intuición y dramatismo naturales, se le suman la técnica, el reposo y la inteligencia. Una flamenquería extraordinaria con la que la joven artista de 26 años, prácticamente todo el rato sobre el escenario, expresó lo que lleva dentro, dejando buena muestra de su calidad y, sobre todo, de su singular estilo gitano. Hay que verla, sentirla, disfrutar con ella para vislumbrar su talento, su pasión, y lo más importante en este mundo de copias: su autenticidad.
Agotadas desde el principio todas las entradas para ver a Miguel Poveda, el actual rey del flamenco, ante un patio lleno hasta la bandera y un escenario que brilló especialmente por su austeridad escénica en beneficio de su profundidad jonda, Miguel realizó con convicción una magnífica exhibición de sus cualidades como cantaor, pisando firme el escenario, atrevido y desenvuelto. Por todo ello, sustenta la merecida corona en las fechas en que celebra los 22 años que lleva en el mundo del cante. Quien entiende de este arte y va a verle, encuentra una enciclopedia viva y joven del cante y de los cantes, de los cantaores y de los cancioneros, rompiendo todos los esquemas pues este señor no es de Utrera, ni de Jerez, ni de Triana sino de Badalona. A quien no entienda mucho y se acerque a curiosear pero aprecie aunque sea en mínima medida el arte, se encuentra con un hombre sin un físico de flamenco al uso que hace un espectáculo tremendamente variado de ritmo, intenso, rotundo, enérgico, sentido, profundo y muy expresivo.
Dentro del Festival de Flamenco, como actividades complementarias, un lleno de alumnos de danza y pre-danza de la Escuela Municipal para presenciar una clase magistral de puertas abiertas a fin de disfrutar de otros alumnos más avanzados, los de Danza Española Estilizada del Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid, que llevan adjunto el nombre de la bailarina vallisoletana más internacional “Mariemma”, y que nos trajeron el Aula a la Escena, con una clase magistral de Maleni Mexía, con Carlos Galán al piano. Con las correcciones propias de una clase al uso y la diferencia de la presencia de público, trabajaron cuatro variaciones al son de Granados y Falla, entre otros, y con un fragmento de una mazurca de Granados mostraron parte de su trabajo de fin de curso. Acto seguido se proyectaron extractos de coreografías flamencas del Taller Coreográfico, para interpretar después los tangos “Patí y Pamí” con la música de Estrella Morente que, debido a lo que gustó al público tuvieron que ser repetidos al día siguiente junto con otras actuaciones, ejemplos de puesta en escena divertida y cercana, “Pa Cuenca”, o de cómo se puede deslumbrar con una bata de cola, “Se ha roto el río”.
Con sede en Torrelodones, la Escuela Amor de Dios, nombre y espacio emblemático del flamenco y de la danza española por su carácter no académico, al no otorgar títulos sino formar profesionales para los escenarios, también tuvo su espacio en esta semana. Si a la edición del pasado año, su director Eduardo Serrano “El Guito” trajo a dos grandes figuras del baile, en ésta, el alumnado, de todos los niveles y edades, dio lo mejor de sí, dejándonos constancia de su buen hacer en este arte nuestro por fin declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
M&M