Peñascales: los ricos también lloran
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
Add to Flipboard Magazine.
Comienza el Año Nuevo y los propósitos íntimos de siempre vuelven a martirizar nuestro cerebro: de este año no pasa que aprendamos inglés de verdad y que vayamos al gimnasio.
Pero, cada día, nuestra voluntad flaquea y, a la postre, lo único que es seguro es que el 9 de marzo habrá elecciones generales, en un año presidido por la subida de precios y de hipotecas. Pero nuestra política local tiene retos distintos. Aprobados los presupuestos, ahora hay que darles forma al servicio de los ciudadanos. Y como ciudadanos somos todos, ya les toca el turno a los habitantes de Peñascales, que disfrutan de casas de lujo, con vistas maravillosas sobre el horizonte, pero con paupérrimos servicios y dotaciones a pie de calle. Sería tan fácil como injusto pensar que, al fin y al cabo, quienes allí viven son ricos; que gozan de buenas casas y son unos privilegiados de la sociedad y que, por eso, han de darse por contentos. Pero, en un pueblo con tan alta renta per capita, un buen poder adquisitivo garantiza la salud económica del tejido social y comercial. No puede ser que Peñascales esté olvidada por las administraciones públicas y sus viales se vean en estado de semiabandono, aunque partamos de la absurda situación de que el Ayuntamiento no tenga recepcionado la mayor parte de sus urbanizaciones, lo que equivale a decir que están en tierra de nadie. Pero, aun así, por encima de todo, está el bienestar de sus habitantes, que pagan impuestos y a los que todos piden su voto en las urnas. El Ayuntamiento, como órgano de la representatividad del pueblo, está moralmente obligado a hacer todas las gestiones necesarias para que esa realidad cambie; para erradicar arcaicas cuestiones administrativas y para buscar recursos y financiación con las que realizar urgentes mejoras. ¿Qué los ricos también lloran? Pues sí. Y, como torresanos, están en su perfecto derecho. Un derecho que pasa porque no se la jueguen cada vez que se van o llegan a sus casas en coche; porque sus hijos no estén en serio peligro de ser atropellados más allá de su puerta; porque no corran ríos cuando llueve; porque no se acumulen basuras; porque no se corten sus comunicaciones por un tendido obsoleto,... Y no vale encogerse de hombros, sino más bien arrimarlos aportando soluciones.
Como lo hacía el espejo que debe representar para todos el ejemplo a seguir de un hombre que se nos ha ido: Manuel Adánez. Él fue un vecino comprometido con la cultura, con los jóvenes y con un sentido del esfuerzo al servicio del bien común, que debería hacernos reflexionar a todos. Su obra queda y su espíritu debería impregnar especialmente a los políticos, que han elegido libremente defender los derechos de todos los ciudadanos.