Soldados franceses saqueando una Iglesia derruida
Miércoles 23 de abril de 2014
Como vimos en el número anterior, Napoleón pasó por nuestro pueblo en 1810, pero aún quedaban tres largos y crueles años de conflicto, de los que Torrelodones no iba a A partir de 1810, la práctica totalidad de la península quedó ocupada por los franceses. Torrelodones quedó exento de la obligación de proporcionar suministros a las tropas por la pobreza de su tierra, a diferencia de otros pueblos cercanos a la capital; pero no se vio libre de las dragonadas –obligación de dar comida y alojamiento a los soldados el tiempo que estuvieran acantonados en la localidad– que pasaban constantemente camino de El Escorial, y persiguiendo a las partidas de guerrilleros. quedar inmune...
Ante la reacción que los militares galos pudieran tener, se les trataba con una mezcla de odio, respeto y miedo. Pero las consecuencias, de no venir de un lado, venían de otro. Los guerrilleros entraban en los pueblos y tomaban represalias por confraternizar con los ocupantes. El 13 de junio de 1811 se enterró a Felipe Álvarez, de 24 años, soltero, que no recibió la eucaristía por haber sido sentenciado repentinamente a muerte por un comandante de una partida de guerrilla; de igual manera, y el mismo día, lo fueron Eugenio González, soltero, que contaba 40 años, y Teodoro de Aldea, también soltero y de 20 años de edad. Los tres fueron enterrados en el cementerio de la parroquia (Archivo Parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Torrelodones. Libro 3º de defunciones. Anexo cosido a dicho libro, lo que hace suponer que el número de muertos a causa del conflicto pudiera ser más elevado). Muy probablemente, esta partida de guerrilla formaba parte de la que había organizado Juan Martín Díez, “el Empecinado”.
A partir de 1812, toda la zona centro de la península pierde la hegemonía francesa, cuyas tropas empiezan a retirarse, hasta su derrota final al año siguiente. Como consecuencia de la derrota francesa de Los Arapiles (22 de julio de 1812), el día siguiente, José I con 20 mil hombres y varios generales y ministros pasó por Torrelodones camino de El Escorial, donde pernoctó, partiendo al día siguiente hacia Castilla. Por nuestra villa volvieron a pasar los ingleses al mando del general Hill el 31 de octubre de 1812 huyendo por Guadarrama hacia Alba de Tormes ante la acometida francesa, que tomó la capital el 2 de noviembre por medio de 9 mil soldados. Los franceses se marcharon definitivamente de Madrid en mayo de 1813.
Quedaba el recuento de los daños. La iglesia parroquial sufrió casi toda la codicia de los soldados franceses, deseosos de botín y con altas dosis de anticlericalismo, fruto de la Revolución Francesa. La puerta del templo debió ser forzada a poco del comienzo del conflicto, y no pudo ser repuesta hasta 1825, durante la mayordomía de Manuel Urosa, a quien se le satisfacen 17 reales “resulta haber satisfecho para la Cerradura de la puerta de la Yglesia”.
Pero los daños fueron aún más cuantiosos. Así, en el folio 151 del libro 2º de Fábrica (que recoge ingresos y gastos de la parroquia), se expone que el visitador dijo tenía en su poder ocho mil reales de vellón que le han sido entregados a efecto de indemnizar a la fábrica de la Iglesia de Torrelodones anexo de esta de ciertas alhajas de plata que le faltan desde el tiempo de la invasión francesa (un real de vellón equivale a 0,25 pesetas, o 0,0015 euros). A continuación exige, en primer lugar, una cruz de plata para reponer la extraviada que no pase de cuatro mil reales, un copón y un cáliz cuyo valor no exceda de novecientos uno y otro, una manga nueva para la cruz, que se repase el tejado de la iglesia, se blanquee ésta y se invierta lo que restare en lo que el cura ecónomo y demás interesados parezca para el mejor aseo y decoro de la iglesia. El 26 de mayo se vuelven a reunir en Galapagar, y se dispone que la cruz de metal en atención a la pobreza y escasez de medios de la iglesia y fábrica se use en todas las funciones, y la de plata sólo salga previo pago de dos reales, con algunas salvedades.
Entre los objetos de más valor destacaban dos cálices de plata, una patena, una custodia de metal, un copón, unas vinajeras y un incensario de plata, junto a otro de bronce. Una cruz de plata y dos efigies de Cristo y tres cruces en bronce. Asimismo, dos cuadros, uno del Salvador y el otro con la Soledad.
De todo ello no quedó nada
Por Fernando Herreros Hidalgo
Profesor e investigador de la Historia local
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