Miércoles 23 de abril de 2014
El sábado 7 de junio el Café del Atril tuvo que colgar el cartel de “completo” y es que los espectadores subían – literalmente – por las escaleras. El motivo fue el concierto que ofreció el grupo local “Pasos perdidos”, un nombre que, según su cantante y letrista Margarita González, surgió al buscar “un nombre que fuera sugerente y que, de alguna manera, indicara que ya habíamos rodado mucho por otros caminos hasta llegar a hacer música.
Los PasosPerdidos son para nosotros todos aquellos que hemos dado sin que nos condujeran a ninguna parte; en realidad, deberíamos llamarnos "Los Pasos Encontrados", porque cuando tocamos sí tenemos la certeza de estar disfrutando de la vida y de lo que hacemos en ese instante”.
El grupo empezó hace unos tres años, cuando Carlos – guitarrista y compositor de la música – y Margarita se conocieron y empezaron a quedar para cantar y tocar la guitarra: “En seguida empezaron a surgir de manera natural nuestras propias canciones. Cuando pensamos que, además, podíamos compartirlas con los amigos, surgieron Los Pasos Perdidos”, comenta. Más tarde se unió a ellos Enrique, el bajista, y no dejaron escapar la oportunidad de enganchar a Juan y la melodiosa nota de su saxo. Luego sintieron la necesidad de incorporar algo de percusión a sus temas y fue así cómo hace sólo dos meses la joven batería Alicia se unió a la acción, integrándose perfectamente a pesar de la diferencia de edad. En el concierto que ofrecieron el sábado contaron también con la colaboración de un segundo guitarra, Jesús.
Sus canciones son cercanas y desbordan sentimiento: hablan del amor, de la infidelidad, de los miedos y alegrías de una madre, del cansancio de una pareja, de los atascos de la A-6... Aunque Margarita comentara en el concierto que son “canciones para gente de cuarenta o más”, la realidad es que sus letras son universales. “Hacer las letras para nuestras canciones es una catarsis”, comenta Margarita, “Carlos es un músico estupendo que se adapta a mis métricas difíciles y que, alguna vez, nos sorprende también con algún poema precioso”.
Es un grupo de buenos músicos y una gran voz, que nació y sobrevive por el simple placer de hacer música, y con mucho esfuerzo, como se demuestra en el último agradecimiento que ha querido añadir Margarita: “Muchas gracias a nuestras familias que toman el timón de la casa cada domingo por la tarde para que nosotros podamos quedar a ensayar”.
De momento, sólo los afortunados disponen de una maqueta y, aunque aseguran que prefieren no abusar y no hacen más de tres o cuatro conciertos al año porque les gusta rodearse de mucha y querida gente (como demostraron el sábado), han anunciado un próximo concierto en Madrid para después del verano.
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