19 de abril de 2024, 21:41:10
Hoyo de Manzanares

Recuperación de las charcas de Los Camorchos, en Hoyo


Los anfibios, grandes indicadores de calidad ambiental



El año pasado se confirmó que en el humedal de Los Camorchos habían vuelto a aparecer especies de anfibios ausentes en nuestra zona desde hace cuatro décadas. La ranita de San Antonio, como ejemplo, se había estado desplazando hacia el Norte afectada por el cambio climático. Ahora su presencia confirma que el buen trabajo que han realizado herpetólogos, Alberto Álvarez que se afincó en Hoyo de Manzanares para dedicarse a este humedal.

Alberto se dedica al estudio de reptiles y anfibios desde la Universidad Complutense en la delegación del Rector para Medio Ambiente. Comenzó a trabajar en Hoyo en 1997 a raíz de la aparición de un punto negro de atropello de anfibios. Luego vino el estudio de la laguna y ahora se mantiene el seguimiento de sus especies.

Explica a MasVive que la presencia de anfibios es un indicador de buena calidad ambiental porque “son muy sensibles a la sequía o a la contaminación”. Su hábitat son zonas húmedas con vegetación y presencia de insectos como son los arroyos o las charcas.

Charcas artificiales

Las charcas de Los Camorchos, colindantes con el término municipal de Torrelodones, no son naturales. Aparecieron en la época del boom urbanístico de los 80 en la Sierra Guadarrama. “Buscando arenas para la construcción, las máquinas profundizaron demasiado y tocaron el nivel freático, por lo que se inundó de agua y así las abandonaron”, explica. Los pescadores de los alrededores comenzaron a llenarlas con peces predadores no autóctonos y cangrejos, y “tritones y ranas aparecieron de forma espontánea pero convivieron a duras penas porque no son incompatibles”.

Una de las primeras actuaciones que se llevó a cabo para conservar los anfibios en estas charcas fue tratar de extinguir aquellos peces, tan negativos para el medio ambiente. “Se intentó la pesca eléctrica o el vaciado de agua en verano pero no funcionó”. Lo que fue pionero a nivel nacional fue usar un método practicado en las tribus del Amazonas, “con un insecticida natural, la rotenona, que se degrada con el sol a las 24 horas, mantiene el agua potable y la pesca se puede comer”. Concluye Alberto que “tras esta intervención, las plantas acuáticas crecieron oxigenando el agua y así daban alimento y cobijo a los anfibios. También aparecieron, entre otras, ocho especies distintas de libélulas”.

Proteger los anfibios

Alberto Álvarez señala que los sapos comunes -de piel verrugosa y tamaño considerable-eran muy abundantes en nuestra zona, pero comenzaron a desaparecer por los atropellos, al aumentar el tráfico en la carretera de Torrelodones a Hoyo de Manzanares.

Algo que estaba sucediendo en diversos puntos negros de carreteras en todo la geografía española y de lo que venían advirtiendo desde los años 90 diversas organizaciones como la Asociación para la Conservación de Vertebrados. En unos años se había contabilizado que casi 10.000 anfibios habían perecido en su migración primaveral cuando buscaban nuevas charcas para su reproducción. Desde los años 60, en países europeos como Alemania, Holanda, Reino Unido, Francia o Suiza ya se estaban tomando medidas al respecto, como la instalación de señales de tráfico de advertencia y seguridad, vallas y túneles para el cruce de anfibios por debajo de las carreteras.

Barreras contra atropellos

Fue en 1997 cuando voluntarios de varias asociaciones de conservación de la naturaleza de Madrid y la Asociación Herpetológica decidieron dar un paso ante la inactividad de la Administración y participaron en una acción directa internacional. Se trataba de colocar barreras de plástico para interceptar a los anfibios y trasladarlos al otro lado de la carretera en las noches lluviosas de primavera. Se hizo un llamamiento para que los entes públicos colaborasen y se coordinaran para mejorar estos métodos. Aunque no hubo respuesta inmediata, luego dieron su fruto.

En el año 2000 la Dirección General del Medio Natural hizo una campaña de muestreo de anfibios atropellados. Y en el 2001, el Patronato del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares instaló en Hoyo de Manzanares, próximos a las charcas de Los Camorchos, 400 metros lineales de barrera hechos de polímero plástico que redirigen a los anfibios hacia los pasos de agua bajo la carretera. “Se importó de Alemania, es un material fijo y caro pero que se mantiene y ha funcionado muy bién” .

También se instaló una señal de alerta sobre la existencia de anfibios en los alrededores. “Era la primera de estas características que se instaló en España y fue gracias a que una administración tomó cartas en el asunto”. Además se puso atención al impacto de las motos y las bicicletas en la zona y se procedió al vallado de las charcas.

Apostar por microreservas

En la Comunidad de Madrid hay 37 humedales y lagunas protegidas que ocupan 930 hectáreas. La de Los Camorchos es la primera que se protege por su interés en anfibios y por tamaño como ejemplo de ‘micro reserva’. Es un valioso ecosistema no solo para aves migratorias, ya que es zona de alimentación de cigueñas negras y garzas, como para la recuperación de anfibios como el gallipato, tritón pigmeo o sapo partero, entre otros.

Alberto advierte de que la figura de ‘micro reserva’ fue creada por españoles -está reconocida como tal ya en algunas comunidades autónomas- y está extendida en toda Europa, pero no está reconocida como tal en la Comunidad de Madrid, por lo que existen dificultades para protegerlas o crearlas.

“Son fundamentales, porque las reservas naturales están bajo las urbanizaciones y porque en una España seca, hay que actuar y crear artificialmente estos auténticos vergeles para nuestro beneficio y el de los anfibios”, concluye el herpetólogo.

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