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Casas con mucha historia

miércoles 01 de febrero de 2017, 18:55h
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La huella arquitectónica de Torrelodones es un paisaje demasiado difícil de dibujar en un solo reportaje. Es demasiado diverso el conjunto para hablar de todas sus singularidades. A los amantes de la arquitectura Torrelodones no deja de sorprenderles con edificios que nos transportan desde la época andalusí hasta la actualidad. Pero de todas ellas nos hemos fijado en una época concreta en la que el desarrollo económico del país se unió a un fuerte sentimiento nacionalista para dar lugar a una arquitectura singular y hoy en día en riesgo de desaparecer.

Torrelodones es de por sí un enclave histórico y por ello es parte de dos rutas turísticas de la Comunidad de Madrid. Por su torre vigía del siglo IX y de origen andalusí es parada de la Ruta por los Castillos, Fortalezas y Atalayas. Y también está en la Ruta Imperial, porque desde el siglo XVI forma parte del camino histórico que seguía Felipe II en sus desplazamientos desde Madrid al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. De esta época también data la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, erigida en el centro urbano.

El pueblo se construye bajo la mirada de la Torre y con vocación de camino. La población levanta sus casas humildes y rústicas, usando la piedra de la zona y adecuando las viviendas a sus actividades de subsistencia. Hasta el siglo XIX, los dueños y señores de Torrelodones eran la Casa Ducal del Infantado y los Condes del Real de Manzanares. A partir de entonces se suceden los grandes cambios que vendrán con la era industrial y liberal. El ferrocarril llega a la localidad en 1864 -como curiosidad, la caseta original que albergaba los mandos de paso se encuentra en el Museo del Ferrocarril en Madrid- y se desarrolla una nueva zona urbana alrededor del entonces apeadero. A ello contribuyeron significativamente, creando infraestructuras y servicios el matrimonio Andrés Vergara y Rosario Manzaneque.

Torrelodones se convierte en lugar de residencia de políticos, periodistas, artistas o aristócratas, por lo que se empiezan a vender grandes fincas. Aparecen algunas mansiones, palacetes o villas que han llegado hasta el día de hoy, pero no todas en buenas condiciones.

Historicismo arquitectónico

La revolución industrial influyó en el urbanismo y la arquitectura -el más emblemático ejemplo de este estilo es la Torre Eiffel- con el uso de nuevos materiales fruto del desarrollo tecnológico como el hierro, el cristal y el hormigón. Como ejemplo en Torrelodones tenemos el edifico del restaurante Capone frente a la estación del tren. O Villa Rosita, una casa de una planta que combina muros de piedra con unas galerías de estructura metálica y columnas de fundición, cuyo estado de conservación es hoy muy malo.

Además, persistía paralelamente una corriente historicista o romántica que recuperaba formas del pasado: neobizantinos, neobarrocos, neogótico o el neomudéjar en España. El arquitecto Antonio Irazoz, que el próximo 15 de febrero hablará en la Casa de la Cultura de Torrelodones precisamente de la arquitectura historicista, afirma que existió en Torrelodones una capilla neogótica “del Rosario” donde se encuentra la actual iglesia de San Ignacio en La Colonia.

A nuestro país llegó tardía esta corriente, que tuvo aquí como detonante la crisis política, económica y social de 1898, con la pérdida de las colonias. Comenzó entonces la búsqueda de una identidad propia y nacional fijando la atención en el arte popular. Así aparece una arquitectura regionalista, casticista, colonial, ecléctica y medieval. Irazoz divide dos periodos en Torrelodones durante el siglo XX: antes de la Guerra Civil -no llega nada moderno porque los propietarios en el municipio son conservadores- y edificios historicistas que persisten en la autarquía en los años 40. En este periodo los arquitectos más innovadores se exilian.

El palacio del Canto del Pico

Es el mejor ejemplo de una arquitectura ecléctica que mezcla estilos para dar forma a algo nuevo. El ingeniero Antonio Ramos dirigió su construcción en los años 20 con elementos arquitectónicos y decorativos de otros palacios, castillos y monasterios desde el siglo XII al XVII que el Conde de las Almenas, su propietario, fue ‘adquiriendo’. En su conjunto ofrece un estilo renacentista flamenco -era el favorito de Felipe II antes de construir El Escorial- y, apunta Irazoz, “con un toque megalómano, coronando el palacio con una corona”. En la década de 1930 fue declarado Monumento Histórico Artístico pero luego se rebajó su protección a la de Bien de Interés Cultural.

Universidad Antonio Nebrija

Fue la antigua casa familiar del político y jurista Joaquín Ruíz Jiménez y, aunque está limitando con Torrelodones, se encuentra en el término municipal de Hoyo de Manzanares. Fue reformada en los años 20 al estilo ‘historicista madrileño’ que simulaba a los antiguos castillos medievales, con un torreón así como elementos románicos de piedra y rejas platerescas.

Casa Museo de Ricardo León

La Quinta de Santa Teresa que construyó el novelista y académico está situada en el término municipal de Galapagar en su límite con Torrrelodones. Sigue las formas de mansión de las antiguas Quintas Nobiliarias que se construían en las afueras de la capital. El estilo historicista es neorrenacentista, ya que evoca el gusto herreriano o escurialense.

Casa palacio de Los Peñascales

Cuando el monte perdió su carácter comunal, se procedió a su parcelación en grandes fincas en la zona que se conoce como Peñascales. En 1919, el empresario Gabriel Enríquez de la Orden compró 500 hectáreas donde explotó una granja avícola y la cría de corderos. Para dirigir este negocio construyó una casa-palacio de estilo neotudor que incorpora elementos rústicos de las cabañas inglesas con uso de vigas o listones de madera a la vista. En los años 50 cedió terrenos a los Mercedarios para que construyeran la iglesia actual y la casa fue vendida al Instituto Nacional de Industria. Hoy es la sede del SEPI, entidad estatal que reúne a empresas de titularidad pública.

Casa Panarras

En pleno Parque Natural del Curso Medio del Río Guadarrama, sobre el Cerro Gurugú en la zona del Gasco por cuyo lateral pasa el Camino público del Pardillo, se encuentra la casa que fue propiedad del marqués de Alhucemas. Manuel García Prieto fue jefe de gobierno provisional en 1912 y también en 1922 y construyó esta casa para el tratamiento de su mujer. Con un estilo que asemeja a las casas vascas, para Irazoz es más cercana al estilo centroeuropeo con un aire alpino.

El Pendolero

Fue la residencia veraniega del hijo del ministro y varias veces jefe de Gobierno Antonio Maura, que precisamente murió en las escaleras del Palacio del Canto del Pico visitando a su amigo el Conde de las Almenas. En 1911 unificaron tres parcelas próximas a la entrada del Pardo y se construyó la casa en el segundo cerro más alto. Presenta un estilo colonial, con una amplia galería en la fachada para dar sombra.

Villa Paloyola

Es una reprodución de la Villa Rotonda del arquitecto renacentista italiano Andrea Paladio. El neo palladianismo se extendió por Inglaterra y EEUU hasta finales del siglo XIX, especialmente en las casas señoriales del Sur. Incluye un círculo perfecto dentro de un cuadrado con una composición simétrica. Se construyó en el año 1945 -cuando en plena dictadura se reforzaba lo español- y parece que el nombre deriva de los dos nombres de las hijas del propietario: Paloma y Yolanda. Actualmente está integrado, tras su reforma, dentro de la urbanización que lleva el mismo nombre.

El Trasgu

Construido en el año 1945, actualmente está muy reformado para la actividad de restauración. El estilo es neoclásico español, similar a la Casita de El Principe del arquitecto Juan de Villanueva, encargado del diseño del Real Sitio del Escorial. Se conservan capiteles y columnas de piedra en el interior.

Casas que desaparecen

En pleno proceso de redacción de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana en Torrelodones, uno de los puntos que recoge el Catálogo de Bienes y Espacios protegidos es la particular protección de la escena urbana.

Para realizar este reportaje dimos un paseo por la calle Mingo Alsina, paralela al tren, que tras la pequeña plaza Salvador Sánchez Frascuelo se convierte en la carretera de Galapagar y cuyo tramo a partir de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen pertenece a otro municipio. Nos acompañaban los arquitectos Erik Uldall -que lleva 40 años viviendo en esta zona- y Julián Delgado, integrante del colectivo Pikionis, que rehabilitó el Cordel de Hoyo. Erik describe el esplendor de esta calle en los años 70, cuando “era el punto de llegada de los veraneantes y estaba llena de bares y restaurantes hoy ya demolidos, cerrados y abandonados o aún en pie pero en ruinas como el caso de las dos casonas de estilo vasco donde estaba el restaurante Gabriel”. Parece que el destino de estas dos casas va a ser su demolición y la construcción en su lugar de oficinas y locales comerciales. Para Uldall ésto supone “la pérdida de identidad”, algo que desgraciadamente ya ha ocurrido con la singular Villa Chiquita, que pudimos ver por última vez, porque se ha derribado. Su estilo mezclaba el de una barraca valenciana con un toque de cuento de Hansel y Gretel y era digna de contemplar.

Nacho Gías, joven arquitecto torresano, critica al hilo de esto el urbanismo de las últimas décadas, “marcado por criterios estrictamente económicos”, y defiende la rehabilitación frente al derribo. “En Francia hay toda una economía alrededor de la preservación del Patrimonio compatible con la construcción de nueva planta”. Lo que más le gusta es la arquitectura popular de granito y considera “una pena perder piezas claves de la identidad colectiva. No quiero oponerme al paso del tiempo, pero creo que estas piezas tienen lugar y espacio en el futuro y que puede ser un error dejar que desaparezcan”.

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