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REPORTAJE

Historias de Torrelodones: las niñas del Colegio Varela
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Historias de Torrelodones: las niñas del Colegio Varela

Por Lucía Oliveras
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En la vía de servicio de la A-6 dirección a Madrid hay una construcción de estilo renacentista de los años 30 -sin protección y fuera de ordenación, con peligro de demolición- que tuvo una historia que necesita ser contada. Silvestre Varela construyó este hotelito y dos casas anexas en la parte de atrás en una finca que llamó Colonia Varela. Con la victoria de Franco en la Guerra Civil, estos edificios fueron supuestamente expropiados por el Movimiento Nacional. Durante décadas fue residencia infantil del Auxilio Social, la institución asistencial más emblemática del franquismo.

Mercedes Sanz Bachiller -viuda de Onésimo Redondo, el creador de las JONS- se inspiró para crearlo en el ‘Auxilio de Invierno’ de la Alemania nazi donde se daba cobijo y alimento a los hijos de enemigos muertos para reconducir su educación. Fue tal la expansión que en 1937 se creó la Delegación Nacional del Auxilio Social que se apoyó en el Servicio Social Femenino de Bachiller y la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera. Se estima que más de 250.000 niños pasaron por estas instituciones.

José de Vicente Muñoz, historiador de Torrelodones, dejó un apunte en sus escritos sobre este asunto: “si no recuerdo mal, el año 1973 las escuelas de Auxilio Social son cedidas al Estado”. Una fue el Hogar de Nuestra Señora de Lourdes, en la Finca del Romeral, actual colegio El Tomillar. Nuestro edificio fue otro, el Colegio Varela. La enorme fortuna es contar con el testimonio de una de aquellas ‘niñas de Varela’.

El destino fue Torrelodones

Era 1938 cuando la madre de nuestra protagonista, que no quiere que facilitemos su nombre, murió de parto y su padre fue encarcelado. Los familiares se llevan a los dos hijos varones al pueblo de la familia y a las tres hermanas al Auxilio Social. Ella tenía 4 años y cada hermana estuvo en un centro distinto. Solo se vieron en algún acto oficial “cuando vino Eva Perón, los desfiles en la Castellana o en el Circo Price”. A los doce años cayó enferma y la llevaron al ‘preventorio’ en Navacerrada. Quiere subrayar que “no pasé hambre, no me enteré de nada y no tengo ningún trauma”.

A los 15 años llegó al colegio Varela en Torrelodones. “Lloré mucho porque no conocía a nadie”. Era de las mayores entre unas 50 niñas. Recuerda el lugar perfectamente: “la casa grande era blanca y gris, con entrada por delante y por detrás. Abajo estaban las cocinas y un salón, el despacho arriba y los dormitorios encima, mi habitación estaba en el torreón de la izquierda”. Detrás estaban las aulas y la enfermería. También intenta recordar a “la directora, Angelines -de la vieja guardia de la Sección Femenia-, a una profesora, Antoñita, muy cariñosa, y una enfermera. Vestían con bata blanca, delantalazul marino y una capa”. La rutina era levantarse a las 7 de la mañana, ducha de agua fría, luego estudiar y jugar. Solo salían jueves y domingos así como festivos para ir a la Iglesia. “Íbamos andando aunque lloviera o nevara, y don Francisco Chicharro, el cura, nos sacaba toallas para secarnos”.

En este punto recogemos el testimonio de Ángel Alberquilla, quien nos cuenta que el párroco andaba buscando ‘padrinos’ para las niñas huérfanas y aunque él tenía 11 años apadrinó a cinco. “Cuando las veíamos pasar, se acercaban para darme un beso y yo les daba unas pesetas, pero la ‘Madre’ las prohibía que se acercaran a la gente. Una de mis ahijadas que vive en Barcelona vino a visitarme hace años y aún mantengo el contacto”, relata.

Nuestra protagonista recuerda que se enfadó mucho porque les abrían las cartas y terminó copiando mil veces alguna frase. Y rememora que cuando había adopciones ella quería irse “como tenía familia no me dejaban, pero nadie venía a por mí ni en las vacaciones”. Fueron cuatro años “cosiendo mucho” y un año más cuidando de las pequeñas en el Colegio Varela. A los 19 años entró a trabajar con una familia que veraneaba en Torrelodones. Entonces conoció a su marido, de una familia del pueblo. “Cuando me fui del colegio me dieron algo de ropa y poco más. No teníamos ningún papel ni DNI, tuve que ir a la Delegación en la calle José Abascal, donde tenían todos los registros”, relata.

Llegó a presentarse a exámenes de enfermería pero lo dejó al casarse en Torrelodones. Desco­noce cuando se cerró aquel colegio, porque su residencia cambió por el trabajo de su marido. Como su madre, el mayor y el pequeño son varones y tres hijas.

Al enviudar en 1979 regresó a Torrelodones con sus cinco hijos. Ha mantenido relación con sus hermanas, con el padre y sus hermanos, a los que les tocó la peor parte. También cuenta que hubo encuentros casuales con dos compañeras del Colegio Varela e incluso asistió en Hortaleza a algún jornada de antiguas alumnas. Siempre, al pasar, mira su antiguo colegio, le gustaría que fuera otra cosa, que se pudiera visitar. Poca gente sabe lo que hubo un día allí, y lo hemos constatado haciendo este reportaje.

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