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Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses

Un servicio fundamental para la Justicia y los ciudadanos
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Un servicio fundamental para la Justicia y los ciudadanos

Por Mabel Cazorla/Raquel Fernández
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“Auxiliar a la Administración de Justicia y contribuir a la unidad de criterio científico y a la calidad de la pericia analítica, así como al desarrollo de las ciencias forenses”. Esos son los objetivos del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, que llegó en 2009 a Las Rozas, a unas modernas instalaciones de 16.000 metros cuadrados en el Parque mpresarial. La labor que realizan, poco conocida, es fundamental para los ciudadanos.

Las Rozas. Son las diez de la mañana y parece que el hijo de María ha comido el mercurio de un termómetro. Mientras se dirige al centro de salud, María llama al Servicio de Información Toxicológica (SIT), al 91 562 04 20, para saber si su pequeño de dos años corre algún peligro. Con voz tranquilizadora y pausada, el médico que atiende toma nota del caso y, prácticamente al instante, le da la respuesta: que el producto no es tóxico en esas cantidades, que no hay riesgo. María agradece la información y cuelga, pero lo que no se imagina es que esa llamada que ha realizado a un número con prefijo de Madrid la han contestado no muy lejos de su casa, en la calle José Echegaray, que es donde tiene la sede el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses al que pertenece el SIT.

El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses es un organismo público dependiente del Ministerio del Justicia. Aunque tiene otras tres delegaciones más pequeñas en Sevilla, Barcelona y Tenerife, es en Las Rozas donde centraliza tanto el Servicio de Información Toxicológica como los servicios de Biología, Criminalística, Histopatología, Análisis Químicos y de Drogas, Valoración Toxicológica y Medio Ambiente, y Garantía de Calidad.

Es una entidad más que centenaria. Nació en 1886, aunque entonces eran tres Laboratorios de Medicina Legal ubicados en Madrid, Barcelona y Sevilla. Nacieron con el desarrollo de las Ciencias Químicas, que ya permitían hacer estudios periciales para apoyar en los juicios y demostrar envenenamientos, intoxicaciones, etcétera. Entonces las pruebas periciales se encargaban a las Universidades y como cada vez eran más frecuentes y más demandadas, el Ministerio de Justicia decidió crear sus propios laboratorios, que en 1935 se unificaron bajo en nombre de Instituto Nacional de Toxicología. En 1967 se amplió su ámbito a otras Ciencias Forenses -como Criminalística o Anatomía Patológica- y en 1971 nació el Servicio de Información Toxicológica.

En Las Rozas trabajan diariamente unas 220 personas, un personal en el que hay comparativamente muchas más mujeres que hombres y, además, muchas mujeres jefas de servicio, nos explica Dolores Moreno, directora del Instituto Nacional de Toxicología desde hace dos años.

Hay una parte del trabajo que realizan que podríamos compararlo con el que se ve en series como CSI, pero su labor va mucho más allá, porque además de emitir informes, practicar análisis e investigaciones por orden de la Administración de Justicia u otros organismos, una parte muy importante de su labor es trabajar en la difusión de conocimientos en materia toxicológica, la realización de estudios, la cooperación con otras entidades y organismos nacionales e internacionales y, en definitiva, ser un órgano de referencia a nivel mundial.

Por eso sus especialistas han participado en prácticamente todos los grandes casos mediáticos que le puedan venir a la cabeza al lector, desde los atentados del 11-M al accidente de Spanair, recientemente han colaborado en el caso de paternidad de Salvador Dalí, en el caso de Diana Quer o en el de los restos óseos hallados en el pantano de Reinosa -una mandíbula cuya procedencia todavía no ha podido ser determinada-. También se han centralizado en Las Rozas las pruebas de ADN del caso de los ‘niños robados’. “En el caso de una catástrofe se necesitan muchos recursos”, explica Dolores Moreno, de ahí que se colabore entre varios laboratorios. También, en el caso de casos muy mediáticos, los análisis “suelen pasar por distintas instituciones para que se ratifiquen los informes”.

Pero en lo que realmente están especializados es en los análisis químicos y de drogas, su servicio estrella. “Hacemos muchísima analítica, es el de mayor rango de especialización. Hacemos análisis químicos de todo tipo de muestras -terrenos, cebos encontrados en el campo, muestras biológicas-… y también se analizan drogas de alijo”, explica Moreno. De hecho son los receptores de todos los alijos de menos de 2,5 kilos que se incautan. También se estudia el consumo de drogas en personas.

Anualmente hacen una Memoria conjunta con la Dirección General de Tráfico sobre los fallecidos en accidente de tráfico, poniendo las muestras en relación con el consumo de alcohol y drogas y accidentes de tráfico, unas estadísticas que demuestran que el número de fallecidos en accidente de tráfico ha disminuido muchísimo “y el porcentaje de los que habían consumido algo, alcohol o drogas ha aumentado, ronda el 43 por ciento de las muestras que hemos analizado”. Además, como dato curioso, señala la directora, entre el 90 y el 92 por ciento de los fallecidos en accidente de tráfico son hombres.

Además, realizan una importante labor conjunta con los hospitales en la identificación de víctimas de intoxicaciones con drogas de sumisión química benzodiacepinas y GHB, principalmente, de las que se detectan en nuestro país muchos más casos que de escopolamina, la famosa burundanga-. También en protocolos para la toma de muestras en casos de agresiones sexuales a menores.

Investigaciones forenses

“Lo que ves en las películas hay que cogerlo un poco así...”. Esta reflexión nos la hace Amalia, que trabaja en el Servicio de Criminalística. Aunque en lo esencial no difiere mucho de lo que se ve en las series de televisión, porque en una investigación criminal todos los indicios pequeños pueden ser importantes. Restos de pintura, de tierra, pelos, fibras, plástico… todo se analiza y para todos ellos hay expertos.

Durante nuestra visita, por ejemplo, Amalia nos enseña un corte de pintura de un vehículo. Una visión microscópica de este producto nos desvela en la pantalla del ordenador diferentes capas, que se analizan y comparan con una base de datos europea para determinar el modelo, el color, el año, la marca de fabricación del vehículo del que procede... algo, explica, “muy útil en casos en los que el autor de un atropello se da a la fuga”. En España distintos laboratorios se reparten la tarea de recoger muestras de las pinturas de vehículos de cada marca, las novedades, etcétera. “Por eso podemos determinar hasta el año”, señala, mientras nos enseña un puñado de muestras de planchas de color correspondientes a muestras de retrovisores.

En otro despacho una de sus compañeras analiza la escritura de un documento para identificar si hay una falsificación. “Se analizan cuerpos de escritura y se comparan con las firmas que se sospecha que pueden estar falsificadas. Se analizan cosas como el dibujo de la letra, como enlazan las letras, la presión que tienen...”, nos detalla. Muy cerca, en otro laboratorio, una experta trabaja en el análisis de una herida y no muy lejos, Teresa analiza unos restos óseos, para determinar si son humanos -no siempre lo son, nos explica, mientras muestra una muy realista y falsa calavera que llegó al Instituto para que la analizaran- y posteriormente identificar tanto la antigüedad como sexo, edad y talla del individuo al que pertenecen. El último paso será realizar la prueba de ADN para ver si, a través del estudio genético, se pueden asociar a alguno de los casos de personas desaparecidas que tienen en la base de datos.

Información Toxicológica

El teléfono del Servicio de Información Toxicológica está siempre operativo. Funciona las 24 horas, los 365 días del año. Dos médicos especializados en toxicología son los encargados de atender este número, en el que las consultas tienen que ver con intoxicaciones y exposición a sustancias tóxicas. Además, a petición de magistrados, jueces, fiscales, forenses e incluso particulares, se encargan de elaborar informes acerca de la toxicidad de compuestos o materiales, al ser un órgano auxiliar de la Administración de Justicia.

Los funcionarios que atienden en este teléfono están preparados para realizar un diagnóstico de la intoxicación, facilitar consejos de primeros auxilios, medidas de prevención, tratamiento de urgencias y a largo plazo y un diagnóstico y evolución.

El SIT recibe cada día entre 250 y 270 llamadas procedentes de toda España, lo que supone al año una media de 90.000 comunicaciones, con origen en domicilios particulares, centros sanitarios y hospitales, entre otros puntos, desde donde se les solicita ayuda para conocer el peligro de un determinado producto. Más de la mitad de los contactos tienen que ver con el ambiente doméstico, con niños pequeños y medicamentos o productos de limpieza. “La gran mayoría de las comunicaciones las podemos manejar desde aquí, aunque hay otras en las que les remitimos a un centro sanitario para una atención inmediata”, señala José Luis, médico responsable del servicio.

Tras realizar una serie de preguntas precisas, siempre con tono seguro y claro, como el nombre del artículo, su destino y qué contacto ha tenido con la persona en cuestión, estos especialistas, si consideran que no es necesaria la asistencia en un centro hospitalario, dan las pautas que debe seguir el destinatario y si conviene algún tipo de “antídoto”. “Se trata de transmitir un mensaje tranquilizador al usuario. Es la esencia del servicio”, aclara.

Explica este médico, que cuenta en su mesa con varios equipos informáticos y un gran libro sobre toxicidad, que disponen de varias bases de datos. Una es de confección propia y tiene más de 100.000 fichas toxicológicas de principios activos y productos comercializados, mantenida por médicos y farmacéuticos. Sin embargo, en cuanto a las mercancías cuyo origen no está claro y que pueden llevar un distintivo de la CE falsificado, explica que se puede facilitar orientación inicial al usuario.

Se unen además a esta información, las bases de datos de consultas del SIT, recogidas desde 1991, y las comerciales de carácter internacional sobre productos industriales, medicamentos, plantas y animales venenosos, entre otros.

Resalta José Luis también que, a través del servicio del que forma parte, han conseguido hacer una labor de “tóxicovigilancia”. Este aspecto se ha traducido, en el caso de productos como los cristalizadores para suelos, en que los fabricantes hayan añadido colorantes y olores para distinguirlos del agua, al haberse dado casos de personas que los habían confundido y los habían ingerido. “Hemos logrado que la industria, que tenemos buen trato con ellos, haya establecido unas medidas de seguridad en función de añadidos, como olor y color, estamos muy contentos por que es gratificante que se haya podido reducir la toxicidad de muchos productos”, concluye.

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