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Lo queremos todo

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La gestión de las basuras se ha convertido en un importante quebradero de cabeza para los municipios, ante una ciudadanía que se ha acostumbrado a unos niveles de servicio y calidad cada vez más altos que llevan a exigir siempre un poquito más, aunque acabemos llegando a niveles realmente absurdos.

Todos queremos ver nuestras calles prístinas, libres de cualquier deshecho, aceras inmaculadas y contenedores de basura relucientes como si en ellos sólo se depositaran nubecitas de algodón. Todos queremos eso y no pagar impuestos y no tener ni que molestarnos en levantar el teléfono para deshacernos del sofá de la abuela o meterlo en el coche y llevarlo al Punto Limpio. Queremos limpieza pero no levantar la tapa del contenedor para tirar la bolsa dentro porque vamos con prisa o nos acabamos de lavar las manos y total, ya vendrán a recogerlo.

Además, estamos convencidos de que ponemos correctamente nuestro granito de arena para favorecer y garantizar la correcta gestión de los residuos. Consideramos que reciclamos de una forma aceptable: envases, latas y briks por un lado, basura orgánica por otro, papel al contenedor azul y en el verde las botellas de vidrio. Y las estadísticas que proporcionan en Ecoembes y Ecovidrio nos dan la razón. Las cifras de kilos de residuos recogidos por habitante y año -con las lógicas bajadas en los últimos años asociadas al descenso de consumo por la crisis- se van consolidando y creciendo. No estamos preparados para escuchar la crítica de que se podría hacer mejor.

¿Somos guarros? No, en conjunto no, aunque haya cerdos a los que les ofendería la comparación con algunos individuos de dos patas. Pero como colectividad, si podemos mirar a nuestro alrededor y sentirnos completamente satisfechos con lo que nos rodea, achacando cualquier fallo en el sistema única y exclusivamente a una falta de la administración que proporciona estos servicios, es que estamos bastante ciegos. No todo se soluciona poniendo más contenedores, recogiendo la basura más veces al día, barriendo más veces las calles o ya, para qué quedarse cortos, poniendo a un operario con una bolsita detrás de cada ciudadano. Nos creemos que pagar impuestos nos da derecho a la dejadez y al egoísmo.

Se dice que no es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia. Si nos viéramos obligados a convivir con nuestros desechos seguramente nos esforzaríamos más en reducir la basura que generamos. Le estaríamos haciendo un enorme favor al planeta, pero lo queremos todo al coste de no esforzarnos absolutamente nada. Y así no se puede.

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