Todo lo que ha rodeado la historia del sacrificio de la piara de jabalíes que vivía en el centro de Torrelodones da para escribir un ensayo sobre el exceso, sobre la desmesura, sobre la pérdida absoluta de papeles...
Está por un lado la historia: la oposición se entera de la medida cuando ya se ha llevado a efecto, los animales retirados de la vía pública y ordenado su sacrificio porque, explican, no se da otra alternativa: en un aparcamiento rodeados de pisos o cruzando el Camino de Valladolid no pueden estar, no se les puede trasladar ni, acostumbrados ya a que los humanos les alimenten y traten, se les puede soltar en otro lugar. Surgen las críticas, a veces duras, a la decisión, hay quienes sostienen que debería haberse hecho de otra forma, que se debería haber consultado, que hay que tener protocolos para estas cosas... Eso entra dentro de lo esperable. Todos tenemos una opinión al respecto, aunque algunas veces esté más teñida de sentimentalismo que de realidad.
El problema surge cuando se traspasa la frontera y se desata el exceso. Hay decisiones, suponemos, más difíciles de tomar que otras y no nos gustaría estar en la piel de quien las toma. Los ciudadanos vigilan, exigen y critican, pero por mucho que se pueda discrepar sobre la decisión tomada, lo de desearle la muerte a quien la ha adoptado es una barbaridad incalificable.
Esto sirve para este y para otros casos recientes: no todo vale en la disensión, y en el momento en el que uno, por defender una postura, se convierte en un abusón pierde la razón. Estamos en un escenario en el que las redes sociales han sacado lo peor de algunas personas que parecen pensar que, escribiendo en el teclado de un teléfono, el que está al otro lado no es real. Pero qué nos vamos a esperar, si vemos en el escenario nacional utilizar los mismos excesos verbales para tirarse las vergüenzas a la cara los unos a los otros en la política, en las tertulias, en los programas deportivos... Sinceramente, dan ganas de desconectarse por una larga temporada.
Tal vez, no se crean, sea cosa del calor también, que nos está volviendo a todos un poco locos. Así que no nos queda más que desearles que, si pueden, huyan a climas más templados -ya no podemos ni confiar en el proverbial fresquito de la Sierra- y disfruten del verano. Nosotros nos quedamos aquí para que, a su vuelta, se enteren de todo lo que ha pasado. Felices vacaciones.
Si (
No(
